domingo, 3 de noviembre de 2013


Vicente, poco después de publicar su artículo El hombre, publica esta reflexión sobre la mujer. Podemos comprobar que para el año en que se publica, Vicente es un adelantado a su tiempo en defensa de la mujer, eso sí, desde la óptica del siglo XIX. 
 

El Globo. Nº 801. 20 de diciembre de 1877.

LA MUJER
Medio género humano pasa la vida hablando mal del otro medio. Los hombres agotan los más despreciativos dicterios al ocuparse de la mujer, y la mujer paga en idéntica moneda al ocuparse del hombre. Y sin embargo, dentro de las leyes naturales, ninguno de los dos sexos puede prescindir del otro.
Inútil y hasta ridículo me parece repetir todo ni parte de lo que acerca de la mujer se ha dicho y escrito, pues mientras unos la deifican, es para otros un informe conjunto de imperfecciones y defectos.
Dejando á un lado exajeraciones de todo género, que no pasan de ser vulgaridades sin importancia, he de ocuparme de la mujer, como en mi anterior articulo me referí al hombre. Cuanto en él dije, es aplicable á los dos sexos; pero existiendo entre ambos diferencias esenciales, hemos de examinar esas diferencias para estudiar a la mujer de una manera razonada, apartándonos de los desvaríos en que han incurrido sus admiradores y detractores.
Si observamos en la escala zoológica las diferencias entre los sexos, veremos que son más acentuadas cuanto más perfecto es el animal. En aquellas especies que no viven en familias ó en bandadas, fuera de la época del celo y de la maternidad, no presentan el macho y la hembra diferencias notables en su desarrollo, en sus instintos, ni en su manera de vivir. En los zorros, águilas, urracas, tórtolas, golondrinas y otros animales que viven en familias cuya base es un verdadero matrimonio, que es muchas veces indisoluble, digámoslo así, varían algún tanto las costumbres de uno y otro sexo: el macho es el protector de la familia, á cuya manutención atiende, mientras la hembra se dedica al cuidado inmediato de los hijuelos. Sin embargo, uno y otra se ayudan en sus respectivos deberes (1), y fuera del mayor ó menor cariño á la prole, iguales son sus instintos y necesidades. Mayores diferencias se observan en los animales que viven en manadas como las gallináceas entre las aves y los corzos entre los mamíferos. El corzo, protector y defensor
de sus hembras, cuida de estas y procura que no se aparte ninguna del rebaño.
Vemos, pues, que las diferencias entre el macho y la hembra son de dos clases: unas esenciales, inherentes á su propia organización; otras á consecuencia de las primeras, relativas á su manera de vivir. O en otros términos: estas diferencias son naturales y sociales.
De esta índole son también las diferencias entre el hombre y la mujer: unas esenciales ó naturales, referentes á su organización, y otras relativas ó sociales , hijas de las condiciones en que viven.
Las diferencias naturales entre el hombre y la mujer, fuera del aparato generador no son tan marcadas como han creído los moralistas y la mayor parte de los fisiólogos. Muchas que se tienen por diferencias de sexo, no son otra cosa que resultado de la educación ó de las condiciones sociales.
Dice Descuret: «el hombre se distingue desde la época de la pubertad por una extructura robusta, músculos marcados y vigorosos, piel áspera y velluda, voz grave y fuerte. La mujer, por el contrario, conserva algo de la constitución infantil; sus miembros pierden poco de su primitiva blandura; su piel se mantiene fina y trasparente; un tejido celular, abundante, redondea graciosamente sus formas; sus nervios tienen más volumen, pero no son tan fuertes como los del hombre; su sistema locomotor está menos desarrollado.»
No negaré la exactitud de lo expuesto, que todos tenemos ocasión de observar en las ciudades; pero, excepción hecha de la voz y de la barba, que son condiciones inherentes al sexo, todas las demás son hijas de la educación, de los ejercicios, de las distintas condiciones sociales y diversos trabajos á que se dedican el hombre y la mujer. Recorred algunas comarcas donde la mujer se ocupa desde sus primeros años á las rudas faenas del campo, y decidme si esas mujeres tienen la piel más fina, ni el tejido más blando, ni los músculos menos robustos y vigorosos que el hombre. Si en la mujer de las ciudades predomina, á veces de un modo exagerado, el temperamento nervioso, debido es también á la falta de ejercicio activo, á la vida pasiva y sedentaria que lleva en la sociedad. Podrá objetárseme que los músculos de la mujer, según todos los anatómicos, presentan menos consistencia y un color menos vivo que el hombre. Pero si tenemos en cuenta que este color rosa-pálido, esta menor consistencia de los músculos de la mujer se presentan también en los niños, tendremos que convenir en que esos caracteres no son diferenciales del sexo, sino propios de músculos poco vigorosos por falta de ejercicio. El tejido celular sabido es por todos que se desarrolla fácilmente en la vida sedentaria.
Examinemos al hombre y la mujer en sus primeros años. El mismo Descuret dice: «La diferencia es casi insensible en los primeros años de la vida. Ambos sexos experimentan entonces las mismas necesidades, y manifiestan igual ardor por los juegos de su edad: ambos presentan todavía igual blandura de tejidos, igual flexibilidad de miembros, igual continente, igual traza.» Y añade: «Con todo, si se les observa con atención, se verá que el niño es más vivaracho, más turbulento, más destructor, más entero en sus voluntades; y la niña es más blanda, más tímida, más presumida ya. El primero, movido en cierto modo por el instinto del combate, camina con más seguridad, blandiendo fieramente su sable ó atronando la casa con su caja de tambor; y la segunda, cual si por inspiración supiese su destino maternal, preludia sus futuras funciones vistiendo con arte su querida muñeca, objeto de sus más tiernos cuidados.» Aunque la observación parezca exacta, la apreciación es completamente errónea.
¿Quién no ha visto cien veces á una niña de pocos años rechazar con disgusto la primera muñeca para disputar á su hermano la posesión de un tambor? Con la absurda y hasta perjudicial costumbre de separar los dos sexos desde la edad más temprana, adquieren diferentes gustos y aficiones por la distinta educación que reciben, bien en las escuelas, bien en sus propias casas. Por regla general son hombres los encargados de la educación de los niños: las mujeres cuidan de las niñas más especialmente, y como en los primeros años está más que otro alguno desarrollado el espíritu de imitación, de aquí la diferencia de los distintos juegos y aficiones, no sólo en los sexos, sino en las aficiones, que los niños presentan en los distintos países. (2)
Vemos, pues, que desde los primeros años se separan los sexos, recibiendo muy diversa educación, que da ya por primer resultado tendencias distintas en uno y otro, cuando aún la naturaleza no ha establecido diferencias esenciales. Vemos en las escuelas á los niños que permanecen en pié la mayor parte del día, mientras sus maestros procuran inculcarles el mayor caudal posible de conocimientos; y á las niñas sentadas largas horas ejercitando en finas labores la ligereza de sus dedos. Si paso á paso siguiéramos la vida del hombre y de la mujer, veríamos hasta qué punto sus distintos trabajos y condiciones de vida explican lo suficiente, bajo el punto de vista fisiológico, las diferencias que en su constitución se observan. El temperamento de la mujer es más nervioso, su constitución más endeble. Debemos repetirlo; estas no son diferencias de sexo, sino condiciones de vida. Variando estas condiciones desde la niñez, la ciencia médica trasforma en sanguíneo un temperamento linfático, y en fuerte una constitución raquítica. Sea como quiera, la mujer por los medios en que vive, por su posición social, por su educación, por el predominio que en ella adquiere, á consecuencia de todo esto, el temperamento nervioso; ha de ser, y es en efecto, distinta al hombre en su manera de pensar y de sentir, en sus aptitudes y en todas las manifestaciones de su ser. Pero esta distinción es hija más bien de las causas expuestas, que condición absoluta de su propio organismo.
Las diferencias entre el hombre y la mujer son, pues, naturales y sociales. Por las primeras, la naturaleza señala misión distinta á uno y otro sexo: por las segundas, la educación y la costumbre establecen entre ellos distinto carácter y condiciones distintas.
No protestaremos de las diferencias que la sociedad establece, siendo la mujer llamada á velar por el hogar y la familia, mientras el hombre busca su subsistencia; pero no debemos suponer que el estado en que vive no sea susceptible de mejora. Los defectos que con tanta ligereza achacamos á la mujer, muchos de los cuales, por desgracia tiene, son hijos de su educación y de su ignorancia. Es un absurdo suponer que sus vicios y sus defectos sean hijos de su organización. Esta, análoga á la del hombre, es susceptible de perfeccionamiento. Dejar á la mujer en la Ignorancia es un crimen de fatales consecuencias que la sociedad comete.
En este punto debo llamar la atención sobre un hecho que pasa desapercibido. El ochenta por ciento de los nacidos mueren antes de llegar á su completo desarrollo, y yo me atrevo á asegurar, y todo médico práctico y observador estará conforme conmigo, que más de la mitad de los niños que mueren son victimas de la torpeza de sus madres, torpeza nacida de la ignorancia.
La ilustración de la mujer es necesaria para su felicidad y la nuestra, la reclama su derecho como ser inteligente, la exigen, por último, la vida y la salud de nuestros hijos.
Y en tanto, no nos quejemos de la mujer. En la naturaleza cumple su misión: en la sociedad es una hechura del hombre.”
V. MORENO DE LA TEJERA.

  1. En la mayor parte de las aves el macho ayuda á. la hembra en la construcción del nido, y terminada la incubación, buscan los dos el alimento necesario para los hijos. Se ha observado en la cigüeña, que mientras uno sale en busca de alimento, queda el otro, indistintamente el macho o la hembra, al cuidado del nido.
  2. Recientemente ha publicado EL GLOBO un articulo examinando los distintos juegos á que se entregan los niños en varia

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Marga Canalejo     Ella es, ante todo y sobre todo una profesional, y sabe....que los globos son, sólo eso, Globos. Blufh$$$$ que, o bien ...

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