lunes, 15 de septiembre de 2014

EL ARCIPRESTE DE HITA
Preliminares
y primeras aventuras amorosas
prólogo
Yo, con mi poquilla ciencia y mucha y gran
rudeza, comprendiendo cuántos bienes hace
perder, al alma y al cuerpo, el amor loco del pecado del mundo
y los muchos males que trae consigo, escribí esta pequeña obra
en memoria del bien, escogiendo y amando de buena voluntad
la salvación y la gloria del Paraíso para mi alma.
Y compuse este nuevo libro en el que están escritas algunas
artimañas, maestrías y sutilezas engañosas del loco amor que
usan algunos para pecar. Las cuales, leyéndolas y oyéndolas el
hombre o la mujer de buen entendimiento que quiera salvar su
alma, las escogerá y obrará así. Y podrá decir con el salmista1:
«Escogí el camino verdadero», etcétera.
Además, los de poco entendimiento no se perderán, pues,
leyendo y pensando en el mal que hacen o tienen el propósito
de hacer los que se obstinan en sus malas artes, y haciéndose
públicas las muchas y engañosas artimañas que usan para pecar
y engañar a las mujeres, se mantendrán atentos y no despreciarán
su propia fama, porque es muy malvado quien su propia
fama menosprecia: el Derecho lo dice. Y querrán amarse más a
sí mismos que al pecado, pues la caridad bien entendida comienza
por uno mismo. Y desecharán y aborrecerán las artimañas
y las malas artes del loco amor, que hacen perder las almas
e incurrir en la ira de Dios, acortando la vida y trayendo mala
fama y deshonra y muchos daños al cuerpo.
Sin embargo, como pecar es una cosa humana, si alguno
quisiera usar del loco amor (lo que no le aconsejo), aquí hallará
algunos procedimientos para ello. Y así, este libro mío puede
decir a todo hombre o mujer, al cuerdo2 y al no cuerdo, al que
entienda y escoja la salvación y obre bien amando a Dios, y
también al que elija el amor loco en el camino que ande: «Te
instruiré, te enseñaré el camino que has de seguir», etcétera.
Y ruego y aconsejo, a quien lo oiga y lo vea, que cumpla las
tres cosas del alma: lo primero, que quiera entender bien y juzgar
bien mi intención, por qué lo hice y el sentido de lo que en él se
dice, y no el sonido feo de las palabras, porque, según el Derecho,
las palabras sirven a la intención y no la intención a las palabras.
Y Dios sabe que mi intención no fue escribirlo para ofrecer
maneras de pecar ni para murmurar, sino para despertar, en todas
las personas, la memoria buena del bien obrar y dar ejemplo
de buenas costumbres y consejos de salvación; y para que
estén todos avisados y se puedan defender mejor de tantas arti
mañas como algunos usan por el loco amor. Pues dice San Gregorio
que menos hieren al hombre los dardos que han sido vistos
antes; y mejor nos podemos defender de lo que antes hemos
visto.
Y lo compuse, también, para dar a algunos lección y muestra
de cómo hay que metrificar, rimar y trovar, pues compuse
cumplidamente trovas, notas, rimas, dictados y versos, según
esta ciencia requiere3.
Aquí dice cómo el arcipreste rogó a Dios
que le diese gracia para poder hacer este libro
Dios Padre y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, el que nació de
una Virgen, nos dé tanto ánimo que siempre lo alabemos, en
prosa o en verso, y sea cobertura y manto de nuestras almas.
El que hizo el cielo, la tierra y el mar, Él me dé su gracia y
me quiera alumbrar para que pueda componer un libro de cantares
con el que los que lo oigan se puedan entretener.
Tú, Señor y Dios mío que al hombre formaste, instrúyeme
y ayúdame a mí, tu Arcipreste, para que pueda hacer un libro
de buen amor, este, que a los cuerpos alegre y a las almas aproveche.
Si queréis, señores, oír un buen entretenimiento, escuchad
esta obra escrita en lengua romance, descansad unos junto a
otros. No diré mentira en nada de lo que hay dentro, pues es lo
que todo el mundo acostumbra y hace.
Y para que sea mejor escuchado por todos, os hablaré mediante
versos y sílabas contadas: es un decir hermoso y un saber sin pecado4,
un discurso más placentero, un hablar más adornado.
No creáis que es libro necio, de devaneo5, ni tengáis por
burla nada de lo que en él os muestro, pues así como el buen
dinero puede estar dentro de una vil bolsa de cuero, así en feo
libro está saber no feo.
El ajenuz6, por fuera más negro que una caldera, es, por
dentro, muy blanco, más que el armiño. La blanca harina está
bajo negra tapadera, el azúcar dulce y blanco está dentro de
una vil caña. Bajo la espina está la rosa, noble flor; tras una fea
letra está el saber de un gran doctor. Así como, debajo de una
mala capa, yace un buen bebedor, bajo un mal abrigo está el
buen amor.
Aquí habla de cómo todo hombre, a pesar
de sus preocupaciones, se debe alegrar, y de la disputa
que los griegos y los romanos tuvieron entre sí
Palabras son de sabio, y lo dijo Catón7, que el hombre, entre
las preocupaciones que tiene en el corazón, ha de entremezclar
placeres y alegres razones, pues la mucha tristeza mucho pecado
acarrea. Y como con las cosas serias nadie puede reír, algunas
burlas tendré aquí que incluir: cuando las oigas no pretendas
discutir, salvo en la manera de componer y de escribir.
Entiende bien mis dichos y piensa en su sentido; no me pase
contigo como al doctor de Grecia con el pícaro romano y su
poca sabiduría cuando Roma pidió la ciencia a Grecia.
Sucedió que los romanos no tenían leyes. Fueron a pedírselas a
los griegos, que sí las tenían. Respondieron los griegos que no las
merecían ni las podrían entender, puesto que sabían muy poco,
pero que, si las querían para regirse por ellas, antes debían disputar
con sus sabios para ver si las entendían y merecían llevárselas.
Les daban esta respuesta hermosa para excusarse.
Respondieron los romanos que les placía mucho. Firmaron un
documento para la disputa, pero, como no iban a entender una
lengua que ellos no usaban, acordaron competir mediante signos y
señas propias de letrados. Entre todos acordaron un día para la
disputa. Estaban los romanos preocupados, no sabían qué hacer
porque no eran letrados ni podrían entender a los doctores griegos
ni su mucho saber.
Estando con esta preocupación, dijo un ciudadano que buscasen
a un pícaro y astuto romano y que, según Dios le fuese indicando
las señas que tenía que hacer, que tales hiciese: fue para ello un
consejo provechoso. Fueron a un pícaro muy grande y muy atrevido
y le dijeron:
—Nosotros tenemos con los griegos el desafío de disputar mediante
señas. Pide lo que quieras y nosotros te lo daremos; sálvanos
de este aprieto.
Lo vistieron con muy ricos paños de gran valía, como si fuese
un doctor en Filosofía. Subió a un alto asiento y dijo con bravuconería:
—Desde este momento pueden venir los griegos con todas sus
ganas de pelea.
Llegó en ese momento un griego, doctor excelente y loado por
todos. Subió a otro asiento, ante todo el pueblo reunido, y comenzó
a hacer sus señas según lo acordado.
Se levantó el griego, con sosiego, tranquilamente, y mostró solo
un dedo, el que está cerca del pulgar. Luego se sentó en el mismo
lugar. Se levantó el pícaro, bravo, de malhumor. Mostró inmediatamente
tres dedos tendidos hacia el griego: el pulgar con los dos
que están junto a él, y los otros dos, encogidos en forma de arpón.
Después, se sentó el necio mirando sus vestidos.
Se levantó el griego, tendió la palma de la mano y se sentó después
con su conciencia tranquila. Se levantó el pícaro con engreimiento
vano y mostró el puño cerrado: tenía ganas de pelea.
A todos los de Grecia dijo el sabio griego:
—Merecen los romanos las leyes. No se las niego.
Se levantaron todos en paz y con tranquilidad: gran honra
tuvo Roma por un vulgar villano.
Preguntaron al griego qué fue lo que le había dicho por señas
al romano y qué le había respondido este. Dijo:
—Yo dije que solo existe un Dios; el romano dijo que había
uno solo y tres personas distintas, e hizo la señal correspondiente.
Yo le dije que todo estaba bajo la voluntad de Dios. Él respondió
que bajo su poder tenía el mundo, y dice la verdad. Desde que vi
que comprendían y creían en la Trinidad, entendí que merecían
nuestras leyes.
Preguntaron al pícaro qué había entendido. Dijo:
—Me dijo que con su dedo me quebraría un ojo. Esto me produjo
gran pesar y sentí un gran enojo, y le respondí, con saña, con
ira y con rabia, que delante de todas las gentes con dos dedos yo le
quebraría los ojos y con el pulgar los dientes. Tras esto, me dijo que
tuviese cuidado pues me daría tan gran palmada en los oídos que
me los dejaría resonando. Yo le respondí que le daría a él tan gran
puñetazo que nunca en su vida lo viese vengado. Cuando vio que
la pelea la tenía perdida se dejó de amenazar a quien no le tiene
miedo.
Por esto dice el refrán de la vieja astuta: «No hay mala palabra
si no es a mal tenida». Verás que está bien dicha si es bien
entendida.
Lee Lo Que Te Escriba escrito habla a todos en general: los cuerdos, con buen
entendimiento, entenderán la cordura; los jóvenes livianos8
guárdense de locura; y el virtuoso escoja lo mejor.
Aquí dice cómo, por naturaleza, los hombres
y los otros animales quieren tener compañía
con las hembras
Como dice Aristóteles (es cosa verdadera), el mundo por dos cosas
se esfuerza: la primera, por conseguir alimento; la otra cosa es
por unirse con hembra placentera. Si lo dijese como cosa mía,
me podrían culpar, mas lo dice un gran filósofo, no se me puede
reprochar: de lo que dice el sabio no debemos dudar, pues por
sus actos se prueba al sabio y su razonar.
Que dice la verdad el sabio claramente se prueba: hombres,
aves, animales y cualquier bestia de cueva quieren, por naturaleza,
una compañía siempre nueva, y mucho más el hombre
que cualquier ser que se mueva. Digo que mucho más el hombre
que cualquier criatura: todas en un tiempo determinado se
juntan según su naturaleza; en cambio, el hombre de mala cabeza,
en cualquier tiempo, sin mesura, siempre que puede quiere
hacer esta locura.
El fuego siempre quiere estar entre la ceniza, porque más
arde cuanto más se atiza. El hombre, cuando peca, bien ve que
comete un desliz, pero no escapa de él porque la naturaleza lo
azuza9. Y yo, como soy un hombre como otro, pecador, a veces
sentí por las mujeres gran amor; porque el hombre pruebe las
cosas no es por eso peor, que ha de conocer el bien y el mal, y
escoger lo mejor.
Sobre cómo el arcipreste se enamoró
Así sucedió que una vez una mujer me enamoró. De su amor
durante ese tiempo no me arrepentí. Siempre tuve de ella buenas
palabras y una gran sonrisa: nunca hizo otra cosa por mí ni
creo que la quiso hacer. Era señora en todo y señora de señoras;
no podía estar solo con ella ni una hora: allí donde ella vive se
guardan mucho de los hombres, mucho más que los judíos
guardan la Tora10.
Sabe todo el arte de bordar con oro y seda, es dueña de todos
los bienes, anda con tranquilidad y alegría. Es de buenas
costumbres, sosegada y silenciosa, no se dejaría vencer por una
falsa moneda. Dice la verdad el dicho de que «la mujer honesta
si no quiere el mensaje no da buena respuesta». Dijo la sensata
dama a mi mensajera:
—Yo veo a otras muchas creer en ti, charlatana, y luego se
tienen que arrepentir. Yo aprendo de esas artimañas como la
zorra, en cabeza ajena.
Ejemplo de cómo el león estaba enfermo
y los otros animales venían a verlo
Se cuenta que el león yacía enfermo con dolor. Todos los animales
vinieron a verlo. Estuvo muy a gusto con ellos y se sintió mejor.
Por el cariño que le tenían, todos se alegraron mucho. Para
servirlo y alegrarlo más, se ofrecieron todos a darle de comer. Le dijeron
que ordenase a cuál quería matar. Mandó matar al toro,
pues con él tendría bastante. Nombró repartidor al lobo y le mandó
que diese a todos. Él apartó los menudillos para que el león se
los comiese, y para él mismo la canal 11, lo mejor que nadie pudiera
ver. El lobo le pidió al león que bendijese la mesa:
—Señor —dijo—, tú estás débil; esta comida ligera cómetela
tú, señor, que te sentará bien; para mí y para los otros, la canal,
que es poca cosa.
El león se puso furioso, pues tenía ganas de comer. Alzó el león
la mano para santiguar la mesa y le dio un gran golpe en la cabeza
al lobo para castigarlo: le arrancó el pellejo de la cabeza, además
de la oreja. Después, mandó a la zorra que repartiera la carne.
La zorra, con el miedo, y como es muy astuta, le dio al león
toda la canal del toro; para ella misma y para todos los otros fue el
menudillo. Se maravilló el león de tan buena repartidora. El león
le dijo:
—Comadre, ¿quién os enseñó a hacer reparto tan bueno, tan
equitativo, tan ajustado a razón?
Ella dijo:
En la cabeza del lobo tomé yo esta lección, con el lobo aprendí
qué podía hacer y qué no.
—Por eso —continuó la dama—, yo te digo, vieja pero ya
no amiga mía, que jamás me vengas ni me digas tales maldades;
si no, yo te mostraré cómo santigua el león, pues el cuerdo
y la cuerda en mal ajeno escarmientan.
Y, como dice Jesucristo, no hay cosa escondida que, al cabo
del tiempo, no sea bien sabida. Pronto salió mi secreto a la plaza
pública: la señora, muy reservada, se apartó de mí; desde entonces
no la pude volver a ver nunca más.
Como la buena señora era muy letrada, sutil y entendida,
cuerda y bien discreta, contó esta fábula tan bien escrita, sacada
de Esopo12, a la vieja que yo le había enviado, diciéndole
antes:
—Cuando quiere casarse un hombre con una señora muy
honrada, promete y manda mucho, pero, cuando la ha conseguido,
de todo lo que le prometió o da poco o da nada; hace
como la tierra cuando estaba hinchada.
Ejemplo de cuando la tierra bramaba
Sucedió que la tierra comenzó a bramar: estaba tan hinchada
que parecía a punto de reventar; a cuantos la oían producía espanto;
como mujer en el parto comenzó a quejarse. La gente, que oía
unos bramidos tan grandes, pensaban que estaba preñada de tanto
que se dolía; pensaban que pariría una gran serpiente o una gran
bestia que a todo el mundo comería y destrozaría. Cada vez que
ella bramaba, comenzaban a huir, y, cuando llegó el día que le
tocó parir, parió un pequeño topo: fue un chasco de risa; sus bramidos
y espantos en burla acabaron.
Y así siguió diciendo la dama:
—Sucedió a muchos y a tu amo: prometen mucho trigo y
dan paja convertida en polvo, que ciega con el viento y termina
perdiéndose en vano. Vete, dile que no me quiera, que no lo
quiero ni lo amo.
A lo largo de la historia de la literatura, otros autores han intentado dar con la receta de la mujer y el hombre perfectos. Hay mucho ejemplos, aquí tenéis una pequeña muestra de textos contemporáneos
EL LIBRO DE BUEN AMOR del Arcipreste de Hita
Consejos de don Amor:
Condiciones que ha de tener la mujer para ser bella (coplas 429- 435)
Si leyeres a Ovidio que por mí fue educado,
hallarás en él cuentos que yo le hube mostrado,
y muy buenas maneras para el enamorado;
Pánfilo, cual Nasón, por mí fue amaestrado.
Si quieres amar dueñas o a cualquier mujer
muchas cosas tendrás primero que aprender
para que ella te quiera en amor acoger.
Primeramente, mira qué mujer escoger.
Busca mujer hermosa, atractiva y lozana,
que no sea muy alta pero tampoco enana;
si pudieras, no quieras amar mujer villana,
pues de amor nada sabe, palurda y chabacana.
Busca mujer esbelta, de cabeza pequeña,
cabellos amarillo no teñidos de alheña;
las cejas apartadas, largas, altas, en peña;
ancheta de caderas, ésta es talla de dueña.
Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes
y con largas pestañas, bien claras y rientes;
las orejas pequeñas, delgadas; para mientes (fíjate)
si tiene el cuello alto, así gusta a las gentes.
La nariz afilada, los dientes menudillos,
iguales y muy blancos, un poco apartadillos,
las encías bermejas, los dientes agudillos,
los labios de su boca bermejos, angostillos.
La su boca pequeña, así, de buena guisa
su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa,
conviene que la veas primero sin camisa
pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!
Si le envías recados, sea tu embajadora
una parienta tuya; no sea servidora
de tu dama y así no te será traidora:
todo aquel que mal casa, después su mal deplora.
Procura cuanto puedas que la tu mensajera
sea razonadora sutil y lisonjera,
sepa mentir con gracia y seguir la carrera
pues más hierve la olla bajo la tapadera.
Si parienta no tienes, toma una de las viejas
que andan por las iglesias y saben de callejas;
con gran rosario al cuello saben muchas consejas,
con llanto de Moisés encantan las orejas.
Estas pavas ladinas son de gran eficacia,
plazas y callejuelas recorren con audacia,
a Dios alzan rosarios, gimiendo su desgracia;
¡ay! ¡las pícaras tratan el mal con perspicacia!
Toma vieja que tenga oficio de herbolera
que va de casa en casa sirviendo de partera
con polvos, con afeites y con su alcoholera
mal de ojo hará a la moza, causará su ceguera.
Procura mensajera de esas negras pacatas
que tratan mucho a frailes, a monjas y beatas,
son grandes andariegas, merecen sus zapatas:
esas trotaconventos hacen muchas contratas.
Donde están tales viejas todo se ha de alegrar,
pocas mujeres pueden a su mano escapar;
para que no te mientan las debes halagar
pues tal encanto usan que saben engañar.
De todas esas viejas escoge la mejor,
dile que no te mienta, trátala con amor,
que hasta la mala bestia vende el buen corredor
y mucha mala ropa cubre el buen cobertor.
Si dice que tu dama no tiene miembros grandes,
ni los brazos delgados, luego tú le demandes
si tienes pechos chicos; si dice sí, demandes
por su figura toda, y así seguro andes.
Si tiene los sobacos un poquillo mojados
y tiene chicas piernas y largos los costados,
ancheta de caderas, pies chicos, arqueados,
¡tal mujer no se encuentra en todos los mercados!
En la cama muy loca, en la casa muy cuerda;
no olvides tal mujer, su ventajas acuerda.
Esto que te aconsejo con Ovidio concuerda,
y para ello hace falta mensajera no lerda.
Hay tres cosas que tengo miedo de descubrir,
son faltas muy ocultas, de indiscreto decir:
de ellas, muy pocas mujeres pueden con bien salir,
cuando yo las mencione se echarán a reír.
Guárdate bien que no sea vellosa ni barbuda
¡el demonio se lleve a la pecosa velluda!
Si tiene mano chica, delgada o voz aguda,
a tal mujer el hombre de buen seso la muda.
Le harás una pregunta como última cuestión:
si tiene el genio alegre y ardiente el corazón;
si no duda, si pide de todo la razón
si al hombre dice sí, merece tu pasión.
El autor defiende a través de Trotaconventos el derecho al placer corporal de la mujer. Los tres escribas preservaron con cuidado, sin conocimiento mutuo, los episodios más espinosos: la seducción de una viuda, de una doncella, de una monja, de una mora y el acto de ser seducido y violado por tres campesinas. Se puede descubrir incluso una justificación del adulterio en la historia de la mujer de Pitas Payas. Es diciente que las objeciones argumentales dadas a Trotaconventos sean tomadas del código moral impuesto por la sociedad medieval, en tanto que Trotaconventos basa sus argumentos en la urgencia del cuerpo por amar y ser amado. A lo largo de estos episodios es la mujer quien protagoniza los eventos y toma las decisiones pertinentes.
La sensualidad del poema ha motivado interpretaciones escabrosas y discretas en España y Argentina: «La interpretación todavía más corriente del 'Libro de Buen Amor', sobre todo entre intérpretes españoles, ve en el poema una autobiografía real y verídica que, al vaivén de los percances de la vida de Juan Ruiz ya es la confesión erótica de ‘un castellano torturado por desbordante apetito sexual’4, ya es ‘expresión de la obsesionante cuita que atormenta por todas partes al poeta’5. Esta interpretación extrema descarta el Prólogo en prosa (…) y muchos otros pasajes en que, a lo largo del Libro, Juan Ruiz insiste en la función didáctica de su poema ameno, función que, a mi entender, es causa y efecto de haber elegido su autor el género literario de las maqamat hispanohebreas, de forma autobiogrófica y propósito docente».6
Pero indicar que el próposito de Juan Ruiz fue didáctico sería redundante. El hombre medieval, condicionado por las cartas de San Pablo, era incapaz de justificar menos aún por escrito, la dimensión lúdica del arte. Cada poema, y en especial cada poema cómico, debía incluir una justificación didáctica: «El hombre medieval encontraba una barrera, en el mejor de los casos, frente la lectura; el placer de leer sólo podía ser alcanzado através del esfuerzo por alcanzar la virtud o la sabiduría (…) El placer per se era pecaminoso.»7 Siglos más tarde, en Inglaterra, Daniel Defoe tendría que justificar aún la dimensión educativa de sus obras.
La versión de Salamanca incluye una advertencia didáctica en su prólogo, pero a menos que atribuyamos al hombre del medioevo una ingenuidad inverosímil , dicha advertencia no podría ser más contraproducente. Através de negaciones el autor despierta la curiosidad de sus oyentes, quienes“desecharán e aborrecerán las maneras e maestrías malas del loco amor, que faze perder las almas” (S: prólogo). Juan Ruiz no desaprovecha la ocasión para presentar su obra como un manual de pecadores:
«Empero, porque es umanal cosa el pecar, si algunos, lo que non los consejo, quisieren usar del loco amor, aquí fallarán algunas maneras para ello» (S: prólogo).
Pese a sus advertencias, o precisamente a causa de sus advertencias, el episodio más celebrado entre los oyentes medievales fue el de las serranas, en donde la sexualidad es más explícita:
La vaqueriza traviessa
Dixo: ‘luchemos un rato:
Lievate dende apriessa,
Desbuelvete de aques hato’.
Por la muñeca me priso,
Ove de fazer quanto quiso. (971).
Del mismo modo, los lectores de los siglos XIV y XV del manuscrito de Salamanca, subrayaron y anotaron los pasajes en donde Juan Ruiz alude al Ars Amatoria de Ovidio y a los comentarios aristotélicos sobre la necesidad sexual.
Sería erroneo, por otra parte, reducir el 'libro del Buen Amor' a lo burlesco. No sin fundamento, Felix Lecoy señala que Juan Ruiz parodia las estanzas sagradas del latín al alterarlas9. Pero sus burlas no atacan el ideal sagrado, sino la imperfección humana, esto es, le jerga y el comportamiento de los monjes del medioevo. El papa y los obispos de Roma, como personas de carne y hueso, son objeto de sus bromas:
“Yo vi alla en Roma, do es la santidad
que todos al dinero fazen grand omildat” (493a-b)
Esta carencia de empatía con la ideología popular medieval da cuenta de las obtusas interpretaciones académicas del 'Libro de Buen Amor': «Aunque el Libro de buen amor trata de sexualidad, la interpretación de la obra es una aporía crítica. ¿Cuál es la perspectiva de Juan Ruiz sobre los actos sexuales que presenta? ¿Por qué da lecciones de sexo? ¿Cómo reconciliamos esta instrucción con su actitud hacia la Virgen María, a quien llama comienzo y raíz de todo bien?»10 El hombre del medioevo asociaba el pecado a la redención, y la redención al pecado; Juan Ruiz, de hecho, intercala episodios escabrosos con oraciones piadosas: «La fiscalidad de los encuentros amorosos raya en lo grotesco y la urgente necesidad de sublimación conduce directamente a la profunda meditación sobre la pasión de Cristo»11. Las últimas estanzas del 'Libro de Buen Amor' o, tal y como fue llamado durante el medioevo, del 'Libro de Arcipreste de Hita', incluye la 'Cántica de los clérigos de Talavera' (1690-1709), en la cual un grupo de sacerdotes implora a la iglesia que se les permita tener concubinas. Algunos escritores ven en Juan Ruiz, a partir de este pasaje, a un reformador12. ¿Es su poema la confesión de un sacerdote envuelto en escándalos amorosos? Buen Amor es el amor que lleva a Dios, pero esa busqueda no excluye como Edgar Paiewonsky señala , la unión carnal: «[Percibimos] un destello de la consciente sutileza de Juan Ruiz. Al aludir a la simiente, nuestro autor identifica la esencia de los finito y temporal con la esencia de lo erótico. El hombre es ‘flaco’ y ‘aparejado’ a efectuar el acto sexual precisamente porque el hombre es el resultado de este acto-‘de inmunda simiente concebido’. De esta manera el tema del ‘amor loco d’este mundo’, introducido al comienzo del segundo párrafo desde la perspectiva del alma se ensancha para abarcar no sólo el pecado específico del acto sexual, sino el genérico de la vida misma».13
El pecado es un acto destinado a ser vencido y condenado por lo sagrado, pero así mismo un acto necesario antes de la salvación. Las gárgolas de las iglesias medievales también corresponden a esta concepción: cuerpos deformes de hombres y animales que acechan en torno al santuario y que se esconden o escapan através de sus muros.
ARISTÓTELES DIJO...
Aristóteles dijo, y es cosa verdadera,
que el hombre por dos cosas trabaja: la primera,
por el sustentamiento, y la segunda era
por sonseguir unión con hembra placentera.
Si lo dijera yo, se podría tachar,
mas lo dice un filósofo, no se me ha de culpar.
De lo que dice el sabio no debemos dudar,
pues con hechos se prueba su sabio razonar.
Que dice verdad el sabio claramente se prueba;
hombres, aves y bestias, todo animal de cueva
desea, por natura, siempre compaña nueva
y mucho más el hombre que otro ser que se mueva.
Digo que más el hombre, pues otras criaturas
tan sólo en una época se juntan, por natura;
el hombre, en todo tiempo, sin seso y sin mesura,
siempre que quiere y puede hacer esa locura.
Prefiere el fuego estar guardado entre ceniza,
pues antes se consume cuanto más se le atiza;
el hombre, cuando peca, bien ve que se desliza,
mas por naturaleza, en el mal profundiza.
Yo, como soy humano y, por tal, pecador,
sentí por las mujeres, a veces, gran amor.
Que probemos las cosas no siempre es lo peor;
el bien y el mal sabed y escoged lo mejor.
CANTIGA DE LOS CLÉRIGOS DE TALAVERA
Allá por Talavera, a principios de abril,
llegadas son las cartas de Arzobispo don Gil,
en las cuales venía un mandato no vil
que, si a alguno agradó, pesó a más de dos mil.
Este pobre Arcipreste, que traía el mandado,
más lo hacía a disgusto, creo yo, que de grado.
Mandó juntar Cabildo; de prisa fue juntado,
¡pensaron que traía otro mejor recado!
Comenzó el Arcipreste a hablar y dijo así:
-«Si a vosotros apena, también me pesa a mí.
¡Pobre viejo mezquino! ¡En qué envejecí,
en ver lo que estoy viendo y en mirar lo que vi!»
Llorando de sus ojos comenzó esta razón:
Dijo: -«¡El Papa nos manda esta Constitución,
oS lo he de decir, sea mi gusto o no,
aunque por ello sufra de rabia el corazón.»
Las cartas recibidas eran de esta manera;
Que el cura o el casado, en toda Talavera,
no mantenga manceba, casada ni soltera:
el que la mantuviese, excomulgado era.
Con aquestas razones que el mandato decía
quedó muy quebrantada toda la clerecía;
algunos de los legos tomaron acedía.
Para tomar acuerdos juntáronse otro día.
Estando reunidos todos en la capilla,
levantóse el Deán a exponer su rencilla.
Dijo: -«Amigos, yo quiero que todos en cuadrilla
nos quejemos del Papa ante el Rey de Castilla.
»Aunque clérigos, somos vasallos naturales,
le servimos muy bien, fuimos siempre leales
demás lo sabe el Rey: todos somos carnales.
Se compadecerá de aquestos nuestros males.
»¿Dejar yo a Venturosa, la que conquisté antaño?
Dejándola yo a ella recibiera gran daño;
regalé de anticipo doce varas de paño
y aún, ¡por la mi corona!, anoche fue al baño.
»Antes renunciaría a toda mi prebenda
y a la mi dignidad y a toda la mi renta,
que consentir que sufra Venturosa esa afrenta.
Creo que muchos otros seguirán esta senda.»
Juró por los Apóstoles y por cuanto más vale,
con gran ahincamiento, así como Dios sabe,
con los ojos llorosos y con dolor muy grande:
-«Novis enim dimittere -exclamó - quoniam suave!-»
Habló en pos del Deán, de prisa, el Tesorero;
era, en aquella junta, cofrade justiciero.
Dijo: -«Amigos, si el caso llega a ser verdadero,
si vos esperáis mal, yo lo peor espero.
»Si de vuestro disgusto a mí mucho me pesa,
¡también me pesa el propio, a más del de Teresa!
Dejaré a Talavera, me marcharé a Oropesa,
antes que separarla de mí y de mi mesa.
»Pues nunca tan leal fue Blanca Flor a Flores,
ni vale más Tristán, con todos sus amores;
ella conoce el modo de calmar los ardores,
si de mí la separo, volverán los dolores.
»Como suele decirse: el perro, en trance angosto,
por el miedo a la muerte, al amo muerde el rostro;
isi cojo al Arzobispo en algún paso angosto,
tal vuelta le daría que no llegara a agosto!»
Habló después de aqueste, Chantre Sancho Muñoz.
Dijo: -«Aqueste Arzobispo, ¿qué tendrá contra nos?
Él quiere reprochamos lo que perdonó Dios;
por ello, en este escrito apelo, ¡avivad vos!
»Pues si yo tengo o tuve en casa una sirvienta,
no tiene el Arzobispo que verlo como afrenta;
que no es comadre mía ni tampoco parienta,
huérfana la crié; no hay nada en que yo mienta.
»Mantener a una huérfana es obra de piedad,
lo mismo que a viudas, ¡esto es mucha verdad!
Si el Arzobispo dice que es cosa de maldad,
¡abandonad las buenas y a las malas buscad!
»Don Gonzalo, Canónigo, según vengo observando,
de esas buenas alhajas ya se viene prendando;
las vecinas del barrio murmuran, comentando
que acoge a una de noche, contra lo que les mando.»
Pero no prolonguemos ya tanto las razones;
apelaron los clérigos, también los clerizones;
enviaron de prisa buenas apelaciones
y después acudieron a más procuraciones.

ELOGIO DE LA MUJER CHIQUITA
Quiero abreviar, señores, esta predicación
porque siempre gusté de pequeño sermón
y de mujer pequeña y de breve razón,
pues lo poco y bien dicho queda en el corazón.
De quien mucho habla, ríen; quien mucho ríe es loco;
hay en la mujer chica amor grande y no poco.
Cambié grandes por chicas, mas las chicas no troco.
Quien da chica por grande se arrepiente del troco.
De que alabe a las chicas el Amor me hizo ruego;
que cante sus noblezas, voy a decirlas luego.
Loaré a las chiquitas, y lo tendréis por juego.
¡Son frías como nieve y arden más que el fuego!
Son heladas por fuera pero, en amor, ardientes;
en la cama solaz, placenteras, rientes,
en la casa, hacendosas, cuerdas y complacientes;
veréis más cualidades tan pronto paréis mientes.
En pequeño jacinto yace gran resplandor,
en azúcar muy poco yace mucho dulzor,
en la mujer pequeña yace muy gran amor,
pocas palabras bastan al buen entendedor.
Es muy pequeño el grano de la buena pimienta,
pero más que la nuez reconforta y calienta:
así, en mujer pequeña, cuando en amor consienta,
no hay placer en el mundo que en ella no se sienta.
Como en la chica rosa está mucho color,
Como en oro muy poco, gran precio y gran valor,
como en poco perfume yace muy buen olor,
así, mujer pequeña guarda muy gran amor.
Como rubí pequeño tiene mucha bondad,
color virtud y precio, nobleza y claridad,
así, la mujer chica tiene mucha beldad,
hermosura y donaire, amor y lealtad.
Chica es la calandria y chico el ruiseñor,
pero más dulce cantan que otra ave mayor;
la mujer, cuando es chica, por eso es aún mejor,
en amor es más dulce que azúcar y que flor.
Son aves pequeñuelas papagayo y orior,
pero cualquiera de ellas es dulce cantador;
gracioso pajarillo, preciado trinador,
como ellos es la dama pequeña con amor.
Para mujer Pequeña no hay comparación:
terrenal paraíso y gran consolación,
recreo y alegría, placer y bendición,
mejor es en la prueba que en la salutación.
Siempre quise a la chica más que a grande o mayor;
¡escapar de un mal grande nunca ha sido un error!
Del mal tomar lo menos, dícelo el sabidor,
por ello, entre mujeres, ¡la menor es mejor!

EN LA CAMA MUY LOCA...
»En la cama muy loca, en la casa muy cuerda:
no olvides tal mujer, sus ventajas recuerda.
Esto que te aconsejo con Ovidio concuerda
y para ello hace falta mensajera no lerda.
HABLA EL AMOR...
»Si quieres amar dueñas o a cualquier mujer
muchas cosas tendrás primero que aprender
para que ella te quiera en amor acoger.
Primeramente, mira qué mujer escoger.
»Busca mujer hermosa, atractiva y lozana,
que no sea muy alta, pero tampoco enana;
si pudieres, no quieras amar mujer villana,
pues de amor nada sabe, palurda y chabacana.
»Busca mujer esbelta, de cabeza pequeña,
cabellos amarillos, no teñidos de alheña;
las cejas apartadas, largas, altas, en peña;
ancheta de caderas, ésta es talla de dueña.
»Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes
y con largas pestañas, bien claros y rientes;
las orejas pequeñas, delgadas; para mientes
si tiene el cuello alto, así gusta a las gentes.
»La nariz afilada, los dientes menudillos,
iguales y muy blancos, un poco apartadillos,
las encías bermejas, los dientes agudillos,
los labios de su boca bermejos, angostillos
»La su boca pequeña, así, de buena guisa,
su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa;
conviene que la veas primero sin camisa
pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!
HAZ A LA DAMA UN DÍA...
»Haz a la dama un día la vergüenza perder
pues esto es importante, si la quieres tener,
una vez que no tiene vergüenza la mujer
hace más diabluras de las que ha menester.
»Talante de mujeres ¿quién lo puede entender?
su maestría es mala, mucho su mal saber.
Cuando están encendidas y el mal quieren hacer
el alma y cuerpo y fama, todo echan a perder.
»Cuando el jugador pierde la vergüenza al tablero,
si el abrigo perdiere, jugará su braguero;
cuando la cantadora lanza el cantar primero
siempre los pies le bullen, mal acaba el pandero.
»Tejedor y coplera nunca tienen pies quedos,
en telar y en el baile siempre bullen los dedos;
'la mujer sin pudor, ni aun por diez Toledos
dejaría de hacer sus antojos y enredos.
»No abandones tu dama, no dejes que esté quieta,
siempre requieren uso mujer, molino y huerta;
no quieren en su casa pasar días de fiesta,
no quieren el olvido; cosa probada y cierta.
»Es cosa bien segura: molino andando gana
huerta mejor labrada da la mejor manzana,
mujer muy requerida anda siempre lozana;
con estas tres verdades no obrarás cosa vana.
»Dejó uno a su mujer (te contaré la hazaña;
si la estimas en poco, cuéntame otra tamaña)
Era don Pitas Payas un pintor de Bretaña,
casó con mujer joven que amaba la compaña.
»Antes del mes cumplido dijo él: -Señora mía,
a Flandes volo ir; regalos portaría.
Dijo ella: -Monseñor; escoged vos el día,
mas no olvidéis la casa ni la persona mía.
»Dijo don Pitas Payas: -Dueña de la hermosura,
yo volo en vuestro cuerpo pintar una figura
para que ella os impida hacer cuelquier locura.
Contestó: Monseñor; haced vuestra mesura.
»Pintó bajo su ombligo un pequeño cordero
y marchó Pitas Payas cual nuevo mercadero;
estuvo allá dos años, no fue azar pasajero.
Cada mes a la dama parece un año entero.
»Hacía poco tiempo que ella estaba casada,
había con su esposo hecho poca morada;
un amigo tomó y estuvo acompañada,
deshízose el cordero, ya de él no queda nada.
»Cuando supo la dama que venía el pintor,
muy deprisa llamó a su nuevo amador;
dijo que le pintase, cual supiese mejor,
en aquel lugar mismo un cordero menor.
»Pero con la gran prisa pintó un señor carnero,
cumplido de cabeza, con todo un buen apero.
Luego, al siguiente día, vino allí un mensajero:
que ya don Pitas Payas llegaría ligero.
»Cuando al fin el pintor de Flandes fue venido,
su mujer, desdeñosa, fría le ha recibido:
cuando ya en su mansión con ella se ha metido,
la señal que pintara no ha echado en olvido.
»Dijo don Pitas Payas: -Madona, perdonad,
mostradme la figura y tengamos solaz.
-Monseñor -dijo ella-, vos mismo la mirad:
todo lo que quisieres hacet; hacedlo audaz.
»Miró don Pitas Payas el sabido lugar
y vio aquel gran carnero con armas de prestar.
-¿Cómo, madona, es esto? ¿Cómo puede pasar
que yo pinté corder y encuentro este manjar?
»Como en estas razones es siempre la mujer
sutil y mal sabida, dijo: -¿Qué, monseñer?
¿Petit cordet; dos años, no se ha de hacer carner?
Si no tardaseis tanto aún sería cordel.
»Por tanto, ten cuidado, no abandones la pieza,
no seas Pitas Payas, para otro no se cueza;
incita a la mujer con gran delicadeza
y si promete al fin, guárdate de tibieza.
»Alza Pedro la liebre, la saca del cubil,
mas, si no la persigue, es un cazador vil;
otro Pedro la sigue, la corre más sutil
y la toma: esto pasa a cazadores mil.
»Medita la mujer: -Otro Pedro es aqueste
más apuesto y osado, mejor amante es éste
comparado con él no vale el otro un feste,
con el nuevo iré yo, ¡Dios ayuda me preste!
LAS RANAS QUE DEMANDABAN UN REY
Las ranas en un lago cantaban et jugaban,
cosa non las nucía, bien solteras andaban,
creyeron al diablo que de mal se pagaban,
pidieron Rey a Don Júpiter, mucho gelo rogaban.
Envióles Don Júpiter una viga de lagar,
la mayor quel pudo, cayó en ese lugar:
el grand golpe del fuste fizo las ranas callar,
mas vieron que no era Rey para las castigar.
Suben sobre la viga cuantas podían subir,
digeron: non es este Rey para lo nos servir:
pidieron Rey a Don Júpiter como lo solían pedir,
Don Júpiter con saña hóbolas de oír.
Envióles por su Rey cigueña mansillera,
cercaba todo el lago, ansí fas la ribera,
andando pico abierta como era venternera
de dos en dos las ranas comía bien ligera.
Querellando a Don Júpiter, dieron voces las ranas:
señor, señor, acórrenos, tú que matas et sanas,
el Rey que tú nos diste por nuestras voces vanas
danos muy malas tardes et peores mañanas.
Su vientre nos sotierra, su pico nos estraga,
de dos en dos nos come, nos abarca et nos traga:
señor, tú nos defiende, señor, tú ya nos paga,
danos la tu ayuda, tira de nos tu plaga.
Respondióles Don Júpiter: tened lo que pedistes
el Rey tan demandado por cuantas voces distes:
vengué vuestra locura, ca en poco tuvistes
ser libres et sin premia: reñid, pues lo quisistes.
Quien tiene lo quel' cumple, con ello sea pagado,
quien puede ser suyo, non sea enagenado,
el que non toviere premia non quiera ser premiado,
libertad e soltura non es por oro comprado.
MUY VILLANO SERÍA...
Muy villano sería y muy torpe payés
si de la mujer noble hablase de través,
pues en mujer lozana, placentera y cortés
reside el bien del mundo y todo placer es.
Si, después de crear al hombre, Dios supiera
que la mujer sería su mal, no se la diera
creada de su carne y como compañera;
si para bien no fuera, tan noble no saliera.
Si no quisiese bien el hombre a la mujer
el Amor no podría tantos presos tener;
por muy santo o muy santa que se suponga ser
nadie sin compañía q

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Ella es.

Marga Canalejo     Ella es, ante todo y sobre todo una profesional, y sabe....que los globos son, sólo eso, Globos. Blufh$$$$ que, o bien ...

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