sábado, 25 de enero de 2014

MIS ESCRITOS

La IGM en España: aliadófilos, germanófilos y un sueño

La IGM en España: aliadófilos, germanófilos y un sueño


Una de las más acendradas
costumbres de esta España que nos ha tocado en suerte es la de que
siempre tiene que haber dos bandos que se lleven a la greña: del Madrid o
del Barça, de Manolete o de Belmonte, rojos o azules, con cebolla o sin
cebolla...
La costumbre viene de antiguo y por ello, cuando el gobierno de don Eduardo Dato
decide declararse neutral ante el estallido de la Primera Guerra
Mundial, inmediatamente se formaron dos bandos enfrentados: los
aliadófilos y los germanófilos.


Cuando un 28 de junio, en Sarajevo, el heredero del imperio Austrohúngaro, Francisco Fernando, y su esposa la duquesa de Hohenberg, eran abatidos por Gavrilo Princip tras sobrevivir a un primer intento perpetrado por Nedeljko Čabrinović,
ambos anarquistas miembros de una sociedad secreta, bosnios y, como
tales, súbditos austriacos aunque de raza serbia (bonito lío de
nacionalidades), España era un país destrozado económica, social y
militarmente. Por eso la decisión de Dato fue acertada aunque, como
siempre, al final lo estropeásemos.


Neutralidad ‘aliada’


He leído por ahí que las potencias, en general, no tenían demasiado
interés en que España entrase en el conflicto o, dicho de otro modo, que
tenían especial interés en que se mantuviese neutral. Me permito
discrepar. Del campo aliado empezaron pronto las presiones para que nos
implicásemos directamente en la contienda. Especialmente de Francia,
nuestro vecino. Curiosa es una carta, datada en noviembre de 1914, muy
extensa, de un tal Louis Charles de Freycinet
(nada que ver con el cava) y que se autodenomina  como “un hombre de
Estado francés, demasiado viejo para ser útil a su patria en el campo
activo” (la traducción es mía). En ella da toda clase de razones para no
quedarnos fuera de la guerra e, incluso, llega a caer en la adulación
mas descarada cuando pide al presidente una aportación de cincuenta o
cien mil hombres, calificándola de una ayuda preciosa “dado el valor de
la nación española” (las mayúsculas son suyas y la traducción vuelve a
ser mía). Pero el gobierno se mantiene firme y cada vez que una potencia
declara su entrada en el conflicto, en la Gaceta se publica la neutralidad española.


Romanones dejó de remar contracorriente, pero Lerroux siguió nadando en aguas pantanosas.


Pues bien, apenas pasados unos días desde dicha declaración de
neutralidad (agosto de 1914), empieza el fuego, esta vez amigo, contra
tal decisión y así, en el Diario Universal se publica un editorial, sin firma pero que todo el mundo atribuye sin el menor género de duda a Romanones, en el que se propugnaba la alineación con los aliados. El editorial se intitulaba Neutralidades que matan. Hay que reconocer que el título lo dice todo.


Pues si éste era fuego amigo, de los corresponsables de gobierno junto con Dato, desde el otro bando tampoco se callaba y así Lerroux,
por aquel entonces del Partido Republicano Radical, se expresaba
también su orientación aliadófila “junto a las democracias
occidentales”. Si bien Romanones aprendió pronto y dejó de remar contra
corriente, al ver como el gobierno en pleno y el Rey eran unánimemente
proclives a la neutralidad, Lerroux siguió nadando en aguas pantanosas
defendiendo se diesen facilidades a la exportación de ganado mular a
Francia por sus necesidades en el conflicto. El listo abogado ya
apuntaba maneras en el tratar de obtener beneficios personales de
asuntos públicos, hasta que años más tarde se viera salpicado por el asunto del estraperlo que ya comentamos en este mismo foro.


El dilema del Rey


La disputa entre ambos bandos, afortunadamente nada bélica aunque
belicista, quedaba obviamente en apasionados debates dialécticos. Aunque
no se vayan a creer que quedaba en la calle, los cafés o en los
círculos periodísticos y políticos. Hasta el propio monarca tenía el
conflicto en su propia casa: la Reina Madre era austriaca y, en su
consecuencia, era proclive a los intereses de las potencias
centroeuropeas, mientras que la Reina consorte era inglesa y, por ende,
sus hermanos luchaban en las filas de la Entente (de hecho uno de ellos
moriría en las trincheras de Bélgica). Don Alfonso tuvo
que bregar con la incómoda situación “doméstica” a la par que
desarrollaba una ingente labor humanitaria. El Palacio Real se había
convertido, en una feliz expresión de un amigo personal del Rey, “en una
Cruz Roja en miniatura”. Las estadísticas sobre su labor son harto
elocuentes: 5.000 peticiones de repatriación de heridos graves, 25.000
investigaciones familiares en los territorios ocupados, 4.000 cartas
diarias en el correo. Su labor fue ensalzada por la Sorbona parisina,
así como por el arzobispo de Malinas. Justo es que se lo reconozcamos
nosotros también.


El Gobierno, y el propio Rey, sí tenían un sueño a lograr mediante la neutralidad: el convertirse en árbitros de una futura paz.


Como queda dicho, las disputas quedaron en el ámbito dialéctico. Decía García Venero que “el gran gendarme de la neutralidad era el pueblo, pese a las filias y a las fobias. Morir por Guillermo II, la Tercera República Francesa, Jorge V, Francisco José o Nicolás II
no era apetecible para la mayoría absoluta de los españoles”. Dicho en
román paladino, que nos importaba un ardite el asunto, habida cuenta de
los problemas patrios, que ya eran bastantes y asaz graves como para
mantenernos ocupados.


Pero el Gobierno, y el propio Rey, sí tenían un sueño a lograr
mediante la neutralidad: el convertirse en árbitros de una futura paz.
Dicho sueño se contiene en una misiva que el propio Dato enviara a Maura
y en la que se puede leer “¿No serviríamos mejor, a los unos y a los
otros, conservando nuestra neutralidad, para tremolar un día la bandera
blanca y reunir, si tanto alcanzáramos, una Conferencia de Paz en
nuestro país, para que pusiera término a la presente lucha? Para eso
tenemos linaje y autoridad moral, y quién sabe si a ello seremos
requeridos”. Bonito sueño que quedó en quimera, pero ahí quedaron los
beneficios para la economía del país, desaprovechados luego con el
espiral especulativo post-bélico, y la gran imagen de la monarquía
española en aquel momento.

Albert Camus, ese maldito Teresa González Cortés (27-12-2013) Versión para impresión Enviar a un amigo 30 comentarios aumentar tamaño del texto reducir tamaño del texto anterior siguiente Últimos posts 24.01.2014 Los políticos son el problema 10.01.2014 1914 13.12.2013 “PISA, ¡zas!, en toda la cara" Tenía miedo de romper sus zapatos cuando jugaba al fútbol. No es para menos, Camus siempre supo lo que era vivir en el seno de una familia que, carente de recursos económicos, había quedado rota por la ofensiva bélica (su padre de origen alsaciano murió en las trincheras de la Iª Guerra Mundial, en la batalla del Marne, cuando él no contaba con un año de edad). Educado entre su abuela y una madre analfabeta y casi sorda, él admiraba la enorme fortaleza de Catherine Sintes, una mujer “escandalosamente pobre”, como así la define la hija de Camus. Trabajadora incansable, Catherine Sintes limpiaba casas para sacar adelante a la familia. No obstante y a pesar de estas circunstancias, Albert Camus (1913-1960) conocería la dicha de la gratitud, la fortuna de la lucha y el gozo del optimismo en los lazos de la solidaridad. Y ante los esfuerzos colosales de su madre, admitió que sentía pertenecer “a un noble linaje”. Cerca de los parias, de ellos aprendió la humildad y reivindicó la esperanza. Y no solo eso. Camus intentó no caer en los peligros de los artificios, en los riesgos de una inteligencia embustera. De ahí que él no deseara para su país “ninguna forma de grandeza, ni la de la sangre ni la de la mentira” porque, en su opinión, la grandeza era una invención que genera soberbia y fanatismo. Una cosa más. Él no fue un intelectual complaciente con el poder ni un sabio alambicado, cosa que algunos le reprochan. Y es que, a diferencia de la mayoría, Camus buscó calmar su sed en las aguas de la duda saludable y lejos, igual que hizo el viejo Pirrón, de los desiertos de la intolerancia. Es más, por su compromiso con la verdad, se empeñó en retratar la carnalidad de la existencia y quiso en sus escritos periodísticos, novelísticos y… filosóficos dar testimonio sin censuras ni equívocos, de las desdichas, de los dolores, de la muerte de las personas reales. Quizá por eso, diría Camus, “no estoy hecho para la política porque soy incapaz de desear o de aceptar la muerte del adversario”. Filósofo “maldito” Desde la vida que reivindica la vida nacía su hondo antiescolasticismo. Y de la salvaguardia incondicional de la vida brotaba ese genial inconformismo ockhamista suyo que le conducía a refutar las ideologías de las avanzadillas. Y a escapar de la “hýbris”, de la desmedida de los Savonarolas de su época. Y si su actitud, analíticamente desconfiada y brutalmente lúcida, llegó a provocar ríos de incomprensión, de discrepancia entre sus contemporáneos, con su ensayo El hombre rebelde (1951) Camus sería convertido en un “extranjero”, en un filósofo incómodo, “maldito”, por haberse atrevido a desvelar las tiranías que esconde el nacionalismo. Divergiendo de los intelectuales de referencia, Albert Camus (que había abandonado en 1937 el Partido Comunista francés justo cuando todo el mundo se afiliaba a él) no silenció la vergüenza del pacto germano-soviético. Tampoco los asesinatos que ejecutaban los líderes del marxismo-stalinismo. Y por exponer esta sumarísima verdad era expulsado, cual hereje, del “Grupo de Saint Germain”, liderado por Sartre. Éste responde a su antiguo amigo en la revista Temps Modernes (agosto de 1952, nº 82). Y en su artículo Los comunistas y la paz argumenta a favor de la política de Stalin y declara, en clara alusión a Camus, que “un anticomunista es un perro”. Recordemos que Sartre opinaba que “no hay que despertar a Billancourt”, frase con la que hacía hincapié en no facilitar a la clase obrera evidencias de los campos de concentración en la U.R.S.S. Disidente, distante y distinto, a contracorriente, Albert Camus no queda atrapado en la falacia de perpetrar el mal para conseguir el bien. Y es que Camus tiene a su favor oponerse a las jaulas ideológicas de la filosofía y no acepta la incoherencia de pretender edificar una sociedad de ideales absolutos a partir del sufrimiento de mujeres y hombres. Esto explica por qué, en su antiplatonismo, critica con dureza implacable los grandes sistemas filosóficos de su época (existencialismo, marxismo, nazismo, fascismo, colonialismo…) y no tanto por el carácter inmutable que arrostran esas teorías a la hora de entender la Historia, que también, cuanto sobre todo porque en todas esas concepciones los individuos son transformados en marionetas y, por ende, sacrificados en el altar de las ideologías. Opuesto a los “ismos”, a Camus sólo le interesa el camino de la dignidad, no la artimaña de esconder y justificar las desdichas de los seres humanos bajo la tela de “conceptos-bandera”. Pensamiento de “encrucijada” Camus es un hombre solidario, un pensador independiente, un filósofo de la frontera que desde su percepción del poder advirtió los abusos que se cometen en nombre de la Ley y la Justicia. Y tal es su “engagement” o su compromiso con el ser humano que, en la perspectiva de ese argelino francés por el que corría sangre española, la vida lo baña todo. Y él que había luchado en la “Resistencia” será quien pida clemencia por el escritor “colaboracionista” R. Brasillach, sentenciado a muerte en 1945. Muchos destacan la luminosidad incluso nietzscheana de su “pensée du midi” o de su exaltación a la vida mediterránea del “sur”. Yo de Camus prefiero rescatar ese pensamiento suyo de “encrucijada” arriesgado y prometeico que jamás se deja embriagar con las cumbres de la alta política ni enredar en los juegos dialécticos de la farsa filosófica. Ni víctimas ni verdugos Difícil de entender en un mundo arrastrado por la ilógica, Camus se enfrentó a la oscuridad del miedo, viniera del lado de donde vinera, y abogó, una vez estallado el conflicto colonial de Argelia (1954-1962), por la paz, por la prudencia, por el federalismo, por la generosidad política de ambas partes, por la política de integración, por ayudar a conceder medidas de gracias a los argelinos condenados a muerte, por restablecer, en suma, la concordia ciudadana. Sin tibiezas, y en desacuerdo con ambos bandos, reprendió el uso de la tortura, la instrumentalización del asesinato colectivo en las estrategias militares de Francia. Pero igualmente criticó la caída al absurdo de ciertos grupos argelinos que recurrían al terrorismo como puerta de salvación. Su postura rebelde, poco dada a los cajones de sastre, nunca fue grata: en Francia era considerado sospechosamente “africano”. En Argelia, su tierra de nacimiento, se le tipificaba “pied-noir”, francés residente en Argelia que encarna el espíritu colonial de los conquistadores. En ambos lados, Camus fue tachado de indiferente a la causa nacionalista. Sin embargo, Camus cuya única posición fue la defensa de la vida se aleja de cualquier legitimación de la violencia. Y rehuyendo los lugares comunes de la discusión política rompió y destrozó los clichés al uso. Es más, como el célebre filósofo pacifista Pierre-Joseph Proudhon, no se dejó llevar por el derramamiento de sangre que conllevan las batallas ideológicas. De ahí que no encontrara justificación alguna a la guerra brutal ejercida por las fuerzas del Estado. De ahí, asimismo, que privara a las tácticas fascistas del F.L.N. de cualquier validez. Contra la guerra Incomprendido y difícil de comprender en un siglo, el siglo XX, lleno de guerras y odios causados por los nacionalismos, un 12 de diciembre de 1957 sus palabras levantarían polvareda en la Maison des étudiants de Estocolmo en el momento en que él, Albert Camus, a raíz de la obtención del Premio Nobel de Literatura, responde tras ser preguntado por Argelia: “He condenado siempre el terror. Debo condenar también el terrorismo que se ejerce ciegamente en las calles de Argelia, por ejemplo, y que un día puede herir a mi madre o a mi familia. Creo en la justicia, pero yo defenderé a mi madre antes que a la justicia”. Ya lo había señalado dos días antes durante su discurso de recepción del Premio Nobel: el rol del escritor “por definición no puede ponerse hoy al servicio de los que hacen la historia: está al servicio de los que la sufren. [… ] Sean cuales sean nuestros defectos personales, la nobleza de nuestro oficio siempre echará raíces en dos compromisos difíciles de mantener: la negativa a mentir sobre lo que se sabe y la resistencia a la opresión”.

Albert Camus, ese maldito
Teresa González Cortés (27-12-2013)
Tenía miedo de romper sus zapatos cuando jugaba al fútbol. No es para menos, Camus siempre supo lo que era vivir en el seno de una familia que, carente de recursos económicos, había quedado rota por la ofensiva bélica (su padre de origen alsaciano murió en las trincheras de la Iª Guerra Mundial, en la batalla del Marne, cuando él no contaba con un año de edad). Educado entre su abuela y una madre analfabeta y casi sorda, él admiraba la enorme fortaleza de Catherine Sintes, una mujer “escandalosamente pobre”, como así la define la hija de Camus. Trabajadora incansable, Catherine Sintes limpiaba casas para sacar adelante a la familia. No obstante y a pesar de estas circunstancias, Albert Camus (1913-1960) conocería la dicha de la gratitud, la fortuna de la lucha y el gozo del optimismo en los lazos de la solidaridad. Y ante los esfuerzos colosales de su madre, admitió que sentía pertenecer “a un noble linaje”.
Cerca de los parias, de ellos aprendió la humildad y reivindicó la esperanza. Y no solo eso. Camus intentó no caer en los peligros de los artificios, en los riesgos de una inteligencia embustera. De ahí que él no deseara para su país “ninguna forma de grandeza, ni la de la sangre ni la de la mentira” porque, en su opinión, la grandeza era una invención que genera soberbia y fanatismo.
Una cosa más. Él no fue un intelectual complaciente con el poder ni un sabio alambicado, cosa que algunos le reprochan. Y es que, a diferencia de la mayoría, Camus buscó calmar su sed en las aguas de la duda saludable y lejos, igual que hizo el viejo Pirrón, de los desiertos de la intolerancia. Es más, por su compromiso con la verdad, se empeñó en retratar la carnalidad de la existencia y quiso en sus escritos periodísticos, novelísticos y… filosóficos dar testimonio sin censuras ni equívocos, de las desdichas, de los dolores, de la muerte de las personas reales. Quizá por eso, diría Camus, “no estoy hecho para la política porque soy incapaz de desear o de aceptar la muerte del adversario”.
Filósofo “maldito”
Desde la vida que reivindica la vida nacía su hondo antiescolasticismo. Y de la salvaguardia incondicional de la vida brotaba ese genial inconformismo ockhamista suyo que le conducía a refutar las ideologías de las avanzadillas. Y a escapar de la “hýbris”, de la desmedida de los Savonarolas de su época. Y si su actitud, analíticamente desconfiada y brutalmente lúcida, llegó a provocar ríos de incomprensión, de discrepancia entre sus contemporáneos, con su ensayo El hombre rebelde (1951) Camus sería convertido en un “extranjero”, en un filósofo incómodo, “maldito”, por haberse atrevido a desvelar las tiranías que esconde el nacionalismo.
Divergiendo de los intelectuales de referencia, Albert Camus (que había abandonado en 1937 el Partido Comunista francés justo cuando todo el mundo se afiliaba a él) no silenció la vergüenza del pacto germano-soviético. Tampoco los asesinatos que ejecutaban los líderes del marxismo-stalinismo. Y por exponer esta sumarísima verdad era expulsado, cual hereje, del  “Grupo de Saint Germain”, liderado por Sartre. Éste responde a su antiguo amigo en la revista Temps Modernes (agosto de 1952, nº 82). Y en  su artículo Los comunistas y la paz argumenta a favor de la política de Stalin y declara, en clara alusión a Camus, que “un anticomunista es un perro”.  Recordemos que Sartre opinaba que “no hay que despertar a Billancourt”, frase con la que hacía hincapié en no facilitar a la clase obrera evidencias de los campos de concentración en la U.R.S.S.
Disidente, distante y distinto, a contracorriente, Albert Camus no queda atrapado en la falacia de perpetrar el mal para conseguir el bien. Y es que Camus tiene a su favor oponerse a las jaulas ideológicas de la filosofía y no acepta la incoherencia de pretender edificar una sociedad de ideales absolutos a partir del sufrimiento de mujeres y hombres. Esto explica por qué, en su antiplatonismo, critica con dureza implacable los grandes sistemas filosóficos de su época (existencialismo, marxismo, nazismo, fascismo, colonialismo…) y no tanto por el carácter inmutable que arrostran esas teorías a la hora de entender la Historia, que también, cuanto sobre todo porque en todas esas concepciones los individuos son transformados en marionetas y, por ende, sacrificados en el altar de las ideologías. Opuesto a los “ismos”, a Camus sólo le interesa el camino de la dignidad, no la artimaña de esconder y justificar las desdichas de los seres humanos bajo la tela de “conceptos-bandera”. 
Pensamiento de “encrucijada”
Camus es un hombre solidario, un pensador independiente, un filósofo de la frontera que desde su percepción del poder advirtió los abusos que se cometen en nombre de la Ley y la Justicia. Y tal es su “engagement” o su compromiso con el ser humano que, en la perspectiva de ese argelino francés por el que corría sangre española, la vida lo baña todo. Y él que había luchado en la “Resistencia” será quien pida clemencia por el escritor “colaboracionista” R. Brasillach, sentenciado a muerte en 1945.
Muchos destacan la luminosidad  incluso nietzscheana de su “pensée du midi” o de su exaltación a la vida mediterránea del “sur”. Yo de Camus prefiero rescatar ese pensamiento suyo de “encrucijada” arriesgado y prometeico que jamás se deja embriagar con las cumbres de la alta política ni enredar en los juegos dialécticos de la farsa filosófica.
Ni víctimas ni verdugos
Difícil de entender en un mundo arrastrado por la ilógica, Camus se enfrentó a la oscuridad del miedo, viniera del lado de donde vinera, y abogó, una vez estallado el conflicto colonial de Argelia (1954-1962), por la paz, por la prudencia, por el federalismo, por la  generosidad política de ambas partes, por la política de integración, por ayudar a conceder medidas de gracias a los argelinos condenados a muerte, por restablecer, en suma, la concordia ciudadana.
Sin tibiezas, y en desacuerdo con ambos bandos, reprendió el uso de la tortura, la instrumentalización del asesinato colectivo en las estrategias militares de Francia. Pero igualmente criticó la caída al absurdo de ciertos grupos argelinos que recurrían al terrorismo como puerta de salvación. Su postura rebelde, poco dada a los cajones de sastre, nunca fue grata: en Francia era considerado sospechosamente “africano”. En Argelia, su tierra de nacimiento, se le tipificaba “pied-noir”, francés residente en Argelia que encarna el espíritu colonial de los conquistadores. En ambos lados, Camus fue tachado de indiferente a la causa nacionalista.
Sin embargo, Camus cuya única posición fue la defensa de la vida se aleja de cualquier legitimación de la violencia. Y rehuyendo los lugares comunes de la discusión política rompió y destrozó los clichés al uso. Es más, como el célebre filósofo pacifista Pierre-Joseph Proudhon, no se dejó llevar por el derramamiento de sangre que conllevan las batallas ideológicas. De ahí que no encontrara justificación alguna a la guerra brutal ejercida por las fuerzas del Estado. De ahí, asimismo, que privara a las tácticas fascistas del F.L.N. de cualquier validez.
Contra la guerra
Incomprendido y difícil de comprender en un siglo, el siglo XX, lleno de guerras y odios causados por los nacionalismos, un 12 de diciembre de 1957 sus palabras levantarían polvareda en la Maison des étudiants de Estocolmo en el momento en que él, Albert Camus, a raíz de la obtención del Premio Nobel de Literatura, responde tras ser preguntado por Argelia: “He condenado siempre el terror. Debo condenar también el terrorismo que se ejerce ciegamente en las calles de Argelia, por ejemplo, y que un día puede herir a mi madre o a mi familia. Creo en la justicia, pero yo defenderé a mi madre antes que a la justicia”.
Ya lo había señalado dos días antes durante su discurso de recepción del Premio Nobel: el rol del escritor  “por definición no puede ponerse hoy al servicio de los que hacen la historia: está al servicio de los que la sufren. [… ] Sean cuales sean nuestros defectos personales, la nobleza de nuestro oficio siempre echará raíces en dos compromisos difíciles de mantener: la negativa a mentir sobre lo que se sabe y la resistencia a la opresión”.
MIS ESCRITOS

miércoles, 22 de enero de 2014

La mujer que tuvo un sueño antes que Luther King


La mujer que tuvo un sueño antes que Luther King


Harriet Beecher Stowe
(Harriet Beecher Stowe)
Harriet Beecher Stowe fue una escritora estadounidense nacida en 1811 y fallecida en 1896. Luchó por la abolición de la esclavitud en su país y en sus libros también ese tema fue recurrente. De hecho, el libro más conocido que salió de su pluma fue La cabaña del tío Tom, que supongo que todos ustedes conocerán. Aquella obra fue un superventas en su época y es considerado un hito anti-esclavista.

Para ser conscientes de la influencia que tuvo su obra en la concienciación contra el esclavismo en Estados Unidos, basta decir que cuando Stowe coincidió con Abraham Lincoln en 1862 este le dijo algo así como que estaba encantado de conocer a la mujer que había escrito el libro por el que había empezado aquella guerra, refiriéndose a la Guerra Civil de Estados Unidos.

En su último momento, y quizás mientras hacía repaso mental de su vida y sopesaba su colaboración a la abolición, Stowe pronunció estas palabras:
Tuve un sueño.
Esta expresión es habitualmente asociada con Martin Luther King y su discurso de 1963 en Washington, que también tuvo un sueño en torno al racismo y al tratamiento de la población negra en Estados Unidos. Pero aunque la cita se asocia, y es, de Luther King, la primera vez que la pronunció un personaje relacionado con la abolición fue en 1896, y fue la autora de La Cabaña del Tío Ton.

El destrozo de las pensiones ya está en el BOE.

El destrozo de las pensiones ya está en el BOE.



                El Boletín Oficial del Estado (BOE) publica hoy la Ley 23/2013, de 23 de diciembre, reguladora del Factor de Sostenibilidad y del Índice de Revalorización del Sistema de Pensiones de la Seguridad Social. http://www.boe.es/boe/dias/2013/12/26/pdfs/BOE-A-2013-13617.pdf.
            Detrás de éste largo título no se esconde otra cosa que la pérdida de poder de compra de las pensiones actuales y la reducción de las nuevas pensiones que se vayan generando.
            El mayor atropello a las pensiones ya está en el BOE y, en términos de conflictividad laboral, social y política, ha pasado con más pena que gloria sin que el Gobierno del PP haya tenido ningún desgaste. Este asunto lo he tratado varias veces en mi comentario de los lunes de “Palencia en la Onda” en Onda Cero.
            El 25 de septiembre decía:
            Veo con asombro no exento de preocupación la parálisis sindical de UGT y Comisiones. Además de informes, estudios y ruedas de prensa sin contenido movilizador alguno, qué ¿a esperar que nos adormezcan en la mesa del dialogo social, a convocar a destiempo alguna movilización de perfil bajo o a decir, al final, que hemos evitado males mayores o asegurado el sistema público como en 2011? Entonces ya cometimos el error de asumir una reforma del PSOE, partido  ahora con la credibilidad muy menguada en este tema, y que abrió el camino a ésta asumiendo un factor de sostenibilidad que ahora, manipulado, empeorado y adelantado de 2017 a 2019 nos restriegan.
            Las vacaciones de verano, hasta para mí,  ya terminaron compañeros”.
            Pues de vacaciones a vacaciones y entre medias, ni asambleas ni campañas explicativas ni nada. Si acaso una manifestación a finales de noviembre con la reforma de las pensiones como un tema más en la convocatoria. Tengo que reconocer el esfuerzo de explicación que ha hecho el Frente Cívico de Palencia (http://fcsmpal.foroactivo.com/) con charlas en barrios de la capital y pueblos.
            Este mismo lunes, reiteraba:
            “También, lamentablemente, se confirmó la reforma de las  pensiones actuales y, sobre todo, futuras de todos nosotros. Pronto estará en al BOE el mayor atraco conocido en esta materia sin que los sindicatos hayan pasado de las palabras a los hechos, de los amagos de confrontación al conflicto, limitándose a presentar sesudos estudios sobre las consecuencias de la reforma. No lo entiendo o  es que va a ser verdad lo que me decían mis críticos en la UGT, que soy un antiguo, un sindicalista de trinchera”.
 
            Cuando lean la Ley en el BOE va a ser difícil que lleguen a entender nada. La norma tiene dos partes, una sobre la “sostenibilidad” futura del sistema público de pensiones y, otra, sobre el  nuevo sistema de incrementar año a año las pensiones, empezando por el próximo 2014 que va a subir un 0,25%, lo que no da ni para pagar la mitad de lo que va a subir la luz, el agua, el gas….
            Todo se reduce a dos formulitas que nadie va a entender pero todos vamos a sufrir en forma de menores pensiones:
            1.- Factor de sostenibilidad (cuánto más pequeña va a ser la pensión inicial de un nuevo pensionista en relación con el incremento de la esperanza de vida). Si nos da por morir  más viejos, menor será la pensión. Claro que cada día es más difícil creerse que la esperanza de vida va a seguir aumentando cuando el Estado de Bienestar se desmorona y la sanidad, desde el nacimiento hasta la muerte, se deteriora para las clases populares.
            La formulación matemática del factor de sostenibilidad, es la siguiente:
                        FSt = FSt-1 * e*67
      Siendo:
      FS = Factor de sostenibilidad.
      FS2018 = 1.
      t = Año de aplicación del factor, que tomará valores desde el año 2019 en adelante.
            e*67 = Valor que se calcula cada cinco años y que representa la variación interanual, en un periodo quinquenal, de la esperanza de vida a los 67 años, obtenida ésta según las tablas de mortalidad de la población pensionista de jubilación del sistema de la Seguridad Social.
            2.- Índice de revalorización anual de las pensiones. (cuánto se van a incrementar año a año esas pensiones medias de jubilación que el 75% son  inferiores a 1.000 euros). Cuando la economía vaya bien, o el Gobierno de turno quiera que creamos que vaya bien porque hay Elecciones a la vista, “podrán” incrementarse hasta un 0,5% por encima del IPC previsto (no el real) y, cuando se quiera que no suban, pues un incremento del 0,25% como el próximo año. Todo esto lo pone en la siguiente fórmula:
            Con lo sencillo que era haber cumplido, el PP y el PSOE, lo que decía el art. 48 dela Ley General de la Seguridad Social:
           - Las pensiones se incrementaban anualmente según el IPC previsto.
        - Si el IPC de noviembre a noviembre era superior al IPC previsto, se actualizaba la pensión en la diferencia.
           - La diferencia entre el IPC previsto y el IPC real de noviembre a noviembre se abonaba a los pensionistas en una paga en enero del año siguiente.
            NUNCA SE PERDIA PODER ADQUISITIVO, a partir de ahora los pensionistas vuelven a ser instrumento electoral y verán sus pensiones subir nada, menos o más según haya elecciones. 

  Termino, no soy optimista en cuanto a que esta reforma pueda ser revertida en el futuro se diga lo que se diga y sigo pensando que lo único que hace viable el sistema es no ya sólo el número de trabajadores sino la calidad de los empleos y el nivel de los salarios. Si el horizonte es que donde había un empleo a tiempo total vaya a haber dos, o tres, a tiempo parcial con salarios por debajo del SMI, el futuro de las pensiones públicas es ciertamente oscuro.     

 Si los pensionistas se desentienden de los problemas laborales y salariales de los trabajadores actuales, si una mayoría de la sociedad sigue alegrándose de que los empleados públicos tengamos las mismas bases de cotización a la Seguridad Social que en 2006, nosotros mismos, las clases populares estaremos ayudando a lo que el PP quiere que no es otra cosa que llevarnos a pensiones de subsistencia. Las cotizaciones, los salarios de los actuales trabajadores, son lo que pagan las pensiones de ahora, no seamos gilipollas que bastante lo hemos sido en estos meses mirando para otro lado. Feliz Navidad.

Ella es.

Marga Canalejo     Ella es, ante todo y sobre todo una profesional, y sabe....que los globos son, sólo eso, Globos. Blufh$$$$ que, o bien ...

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