viernes, 28 de febrero de 2014

EL AMOR ROMÁNTICO COMO UTOPÍA EMOCIONAL DE LA POSMODERNIDAD


EL AMOR ROMÁNTICO COMO UTOPÍA EMOCIONAL DE LA POSMODERNIDAD

El amor en la posmodernidad es una utopía colectiva que se expresa en y sobre los cuerpos y los sentimientos de las personas, y que, lejos de ser un instrumento de liberación colectiva, sirve como anestesiante social.
El amor hoy es un producto cultural de consumo que calma la sed de emociones y entretiene a las audiencias. Alrededor del amor ha surgido toda una industria y un estilo de vida que fomenta lo que H.D. Lawrence llamó “egoísmo a dúo”, una forma de relación basada en la dependencia, la búsqueda de seguridad, necesidad del otro, la renuncia a la interdependencia personal, la ausencia de libertad, celos, rutina, adscripción irreflexiva a las convenciones sociales, el enclaustramiento mutuo…
Este enclaustramiento de parejas propicia el conformismo, el viraje ideológico a posiciones más conservadoras, la despolitización y el vaciamiento del espacio social, con notables consecuencias para las democracias occidentales y para la vida de las personas. Las redes de cooperación y ayuda entre los grupos se han debilitado o han desaparecido como consecuencia del individualismo y ha aumentado el número de hogares monoparentales. La gente dispone de poco tiempo de ocio para crear redes sociales en la calle, y el anonimato es el modus vivendi de la ciudad: un caldo de cultivo, pues, ideal para las uniones de dos en dos (a ser posible monogámicas y heterosexuales).
De este modo, nos atrevemos a afirmar que los modelos de relación erótica y amorosa de la cultura de masas están basadas en la ideología del “sálvese quién pueda”. Mucha gente se queja de que los amores posmodernos son superficiales, rápidos e intensos, como la vida en las grandes urbes. Es cada vez más común el enamoramiento fugaz, y pareciera que las personas, más que lograr la fusión, lo que hacen es “chocar” entre sí.
Creo, coincidiendo con Erich Fromm, que a pesar de que el anhelo de enamorarse es muy común, en realidad el amor es un fenómeno relativamente poco frecuente en nuestras sociedades actuales: “La gente capaz de amar, en el sistema actual, constituye por fuerza la excepción; el amor es inevitablemente un fenómeno marginal en la sociedad actual”. Y lo es porque el amor requiere grandes dosis de apertura de uno mismo, de entrega, generosidad, sinceridad, comunicación, honestidad, capacidad de altruismo, que chocan con la realidad de las relaciones entre los hombres y las mujeres posmodernas.
Por eso creo que el amor, más que una realidad, es una utopía emocional de un mundo hambriento de emociones fuertes e intensas. En la posmodernidad existe un deseo de permanecer entretenido continuamente; probablemente la vida tediosa y mecanizada exacerba estas necesidades evasivas y escapistas. Esta utopía emocional individualizada surge además en lo que Lasch denomina la era del narcisismo; en ella las relaciones se basan en el egoísmo y el egocentrismo del individuo.
Las relaciones superficiales que establecen a menudo las personas se basan en una idealización del otro que luego se diluye como un espejismo. En realidad, las personas a menudo no aman a la otra persona por como es, en toda su complejidad, con sus defectos y virtudes, sino más bien por cómo querría que fuese. El amor es así un fenómeno de idealización de la otra persona que conlleva una frustración; cuanto mayores son las expectativas, más grande es el desencanto.
El amor romántico se adapta al individualismo porque no incluye a terceros, ni a grupos, se contempla siempre en uniones de dos personas que se bastan y se sobran para hacerse felices el uno al otro. Esto es bueno para que la democracia y el capitalismo se perpetúen, porque de algún modo se evitan movimientos sociales amorosos de carácter masivo que podrían desestabilizar el statu quo. Por esto en los medios de comunicación de masas, en la publicidad, en la ficción y en la información nunca se habla de un “nosotros” colectivo, sino de un “tú y yo para siempre”. El amor se canaliza hacia la individualidad porque, como bien sabe el poder, es una fuerza energética muy poderosa. Jesús y Gandhi expandieron la idea del amor como modo de relacionarse con la naturaleza, con las personas y las cosas, y tuvieron que sufrir las consecuencias de la represión que el poder ejerció sobre ellos.
El amor constituye una realidad utópica porque choca con la realidad del día a día, normalmente monótona y rutinaria para la mayor parte de la Humanidad. Las industrias culturales actuales ofrecen una cantidad inmensa de realidades paralelas en forma de narraciones a un público hambriento de emociones que demanda intensidad, sueños, distracción y entretenimiento. Las idealizaciones amorosas, en forma de novela, obra de teatro, soap opera, reality show, concurso, canciones, etc. son un modo de evasión y una vía para trascender la realidad porque se sitúa como por encima de ella, o más bien porque actúa de trasfondo, distorsionando, enriqueciendo, transformando la realidad cotidiana.
Necesitamos enamorarnos del mismo modo que necesitamos rezar, leer, bailar, navegar, ver una película o jugar durante horas: porque necesitamos trascender nuestro “aquí y ahora”, y este proceso en ocasiones es adictivo. Fusionar nuestra realidad con la realidad de otra persona es un proceso fascinante o, en términos narrativos, maravilloso, porque se unen dos biografías que hasta entonces habían vivido separadas, y se desea que esa unión sitúe a los enamorados en una realidad idealizada, situada más allá de la realidad propiamente dicha, y alejada de la contingencia. Por eso el amor es para los enamorados como una isla o una burbuja, un refugio o un lugar exótico, una droga, una fiesta, una película o un paraíso: siempre se narran las historias amorosas como situadas en lugares excepcionales, en contextos especiales, como suspendidas en el espacio y el tiempo. El amor en este sentido se vive como algo extraordinario, un suceso excepcional que cambia mágicamente la relación de las personas con su entorno y consigo mismas.
Sin embargo, este choque entre el amor ideal y la realidad pura se vive, a menudo, como una tragedia. Las expectativas y la idealización de una persona o del sentimiento amoroso son fuente de un sufrimiento excepcional para el ser humano, porque la realidad frente a la mitificación genera frustración y dolor. Y, como admite Freud (1970), “jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos; jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos perdido el objeto amado o su amor”.
Quizás la característica más importante de esta utopía emocional reside en que atenúa la angustia existencial, porque en la posmodernidad la libertad da miedo, el sentido se ha derrumbado, las verdades se fragmentan, y todo se relativiza. Mientras decaen los grandes sistemas religiosos y los bloques ideológicos como el anarquismo y el comunismo, el amor, en cambio, se ha erigido en una solución total al problema de la existencia, el vacío y la falta de sentido.
Otro rasgo del amor romántico en la actualidad es que en él confluyen las dos grandes contradicciones de los urbanitas posmodernos: queremos ser libres y autónomos, pero precisamos del cariño, el afecto y la ayuda de los demás. El ser humano necesita relacionarse sexual y afectivamente con sus semejantes, pero también anhela la libertad, así que la contradicción es continua, y responde a lo que he denominado la insatisfacción permanente, un estado de inconformismo continuo por el que no valoramos lo que tenemos, y deseamos siempre lo que no tenemos, de manera que nunca estamos satisfechos. A los seres humanos nos cuesta hacernos a la idea de que no se puede tener todo a la vez, pero lo queremos todo y ya: seguridad y emoción, estabilidad y drama, euforia y rutina.
La insatisfacción permanente es un proceso que nos hace vivir la vida en el futuro, y no nos permite disfrutar del presente; en él se aúna esa contradicción entre idealización y desencanto que se da en el amor posmoderno, porque la nota común es desear a la amada o el amado inaccesible, y no poder corresponder a los que nos aman. La clave está en el deseo, que muere con su realización y se mantiene vivo con la imposibilidad.
Si la primera contradicción amorosa posmoderna reside fundamentalmente en el deseo de libertad y de exclusividad, la segunda reside en la ansiada igualdad entre mujeres y hombres. Por un lado, la revolución feminista de los 70 logró importantes avances en el ámbito político, económico y social; por otro, podemos afirmar que el patriarcado aún goza de buena salud en su dimensión simbólica y emocional.
En algunos países las leyes han logrado llevar las reivindicaciones de los feminismos a la realidad social, pese a que la crisis económica nos aleja aún más de la paridad y la igualdad de mujeres y hombres en el seno de las democracias occidentales. Además de esta ansiada igualdad legal, política y económica, tenemos que empezar a trabajar también el mundo de las emociones y los sentimientos. El patriarcado se arraiga aún con fuerza en nuestra cultura, porque los cuentos que nos cuentan son los de siempre, con ligeras variaciones. Las representaciones simbólicas siguen impregnadas de estereotipos que no liberan a las personas, sino que las constriñen; los modelos que nos ofrecen siguen siendo desiguales, diferentes y complementarios, y nos seguimos tragando el mito de la media naranja y el de la eternidad del amor romántico, que se ha convertido en una utopía emocional colectiva impregnada de mitos patriarcales.
Algunos de ellos siguen presentes en nuestras estructuras emocionales, configuran nuestras metas y anhelos, seguimos idealizando y decepcionándonos, y mientras los relatos siguen reproduciendo el mito de la princesa en su castillo (la mujer buena, la madre, la santa,) y el mito del príncipe azul (valiente a la vez que romántico, poderoso a la par que tierno). Muchos hombres han sufrido por no poder amar a mujeres poderosas; sencillamente porque no encajan en el mito de la princesa sumisa y porque esto conlleva un miedo profundo a ser traicionados, absorbidos, dominados o abandonados.Los mitos femeninos han sido dañinos para los hombres porque al dividir a las mujeres en dos grupos (las buenas y las malas), perpetúan la deigualdad y el miedo que los hombres sienten hacia las mujeres. Este miedo aumenta su necesidad de dominarlas; el imaginario colectivo está repleto de mujeres pecadoras y desobedientes (Eva, Lilith, Pandora), mujeres poderosas y temibles (Carmen, Salomé, Lulú), perversas o demoníacas (las harpías, las amazonas, las gorgonas, las parcas, las moiras).
Paralelamente, multitud de mujeres han besado sapos con la esperanza de hallar al hombre perfecto: sano, joven, sexualmente potente, tierno, guapo, inteligente, sensible, viril, culto, y rico en recursos de todo tipo. El príncipe azul es un mito que ha aumentado la sujeción de la mujer al varón, al poner en otra persona las manos de su destino vital. Este héroe ha distorsionado la imagen masculina, engrandeciéndola, y creando innumerables frustraciones en las mujeres. El príncipe azul, cuando aparece, conlleva otro mito pernicioso: el amor verdadero junto al hombre ideal que las haga felices.
Pese a estos sueños de armonía y felicidad eterna, las luchas de poder entre hombres y mujeres siguen siendo el principal escollo a la hora de relacionarse libre e igualitariamente en nuestras sociedades posmodernas; por ello es necesario  seguir luchando por la igualdad, derribar estereotipos, destrozar los modelos tradicionales, subvertir los roles, inventarnos otros cuentos y aprender a querernos más allá de las etiquetas.

jueves, 27 de febrero de 2014

EL CONTRAMODELO DE LA ‘MADRE RACHEL’

Cómo salir adelante si eres de clase media: ¿las seis mejores soluciones?

AA
Cuando la emancipación femenina parecía haber llegado a un punto de no retorno, y el anhelo por seguir conquistando mayores cuotas de igualdad sexual se estaba convirtiendo en hegemónico, al menos en Occidente, ha surgido una corriente de madres reaccionarias contra este modelo vital. La abanderada de este ‘contramovimiento’, que “muchas mujeres defienden, perono se atreven a dar la cara por ser políticamente incorrecto”, es la escritora británica y coach especializada en la crianza de los hijos Rachel Ragg.
Su pensamiento, a grandes rasgos, podría resumirse en una crítica a “la horrible existencia de las modernas madres-trabajadoras”, en contraposición a la “felicidad plena de las tradicionales madres y amas de casa”. Un mensaje retrógrado que, en pleno siglo XXI y en un contexto de crisis demográfica y económica, está calando entre un considerable sector de la población femenina, a juzgar por el número de lectoras que siguen las columnas de opinión de Ragg en revistas dirigidas a madres y medios generalistas (The Times, The Daily Telegraph, The Independent The Daily Mail).
Las enseñanzas y consejos de Ragg están revestidos de una irresistible promesa: felicidad, dinero y amor. Su propia vida sirve en ocasiones como ejemplo, aunque reconoce ciertos fallos, como haber tenido hijos demasiado tarde (a los 30 años, pues asegura que lo ideal es a los 20 o 22), no haberse casado con una persona más rica y joven y verse obligada a trabajar ocasionalmente (dando conferencias y alguna clase en la universidad).
Nos han engañado con el mito de la mujer trabajadoraFiel creyente de la teoría conspirativa del “nos han engañado con el mito de la mujer trabajadora”, lo que haría a las mujeres más infelices por no poder tener hijos, disfrutar de ellos y estar explotadas laboralmente, se ha propuesto convertir a su hija en el reflejo práctico de sus teorías. Matilda, que sólo tiene nueve años, protagoniza varios de sus artículos, cuyo modelo de crianza para que de mayor sea rica y feliz se podría resumir en las siguientes claves.
1. Objetivo desde la infancia: casarse con una persona rica
La pequeña Matilda, según asegura su madre, tiene muy claro cuál es su principal objetivo vital: casarse con un rico. Para Ragg, todas las niñas tienen que asumir este reto desde edades muy tempranas. La libertad económica, dice, no consiste en tener un trabajo, sino en tener dinero para poder criar a cuantos más hijos mejor y entregarse a las tareas del hogar para conseguir una perfecta vida en familia.
2. No ser asalariadas: trabajar en el cuidado de marido y niños
Ragg recuerda que ella estudió en una escuela privada sólo para niñas, al igual que su hija, donde le enseñaron que el objetivo de sus vidas tenía que centrarse en una carrera profesional exitosa, preferiblemente como abogada, médico o ingeniera, “sin ni siquiera nos mencionar la maternidad”. Un claro error, dice, porque según su experiencia, “combinar la maternidad con el trabajo es la antítesis de una vida feliz y plena”.
Tener una familia y dedicarse a su cuidado es lo más gratificante para ella: “la simple idea de pensar en que tengo que volver a trabajar hace que me hierva la sangre”. De hecho, explica que el momento más triste de su vida fue cuando tuvo que reincorporarse a sus clases tras el año de excedencia obtenido por su maternidad.
3. Ser madres lo antes posible: no más tarde de los 22
Rachel Ragg.Rachel Ragg.“Olvídense de las absurdas aspiraciones de tener una carrera profesional exitosa, piensen mejor en casarse con un hombre rico y tener hijos a edades tempranas”, espetó Ragg a un grupo de estudiantes en una conferencia. Esta afirmación, dice, “sólo causó estupor entre mis colegas profesores, mientras que los jóvenes estudiantes entendieron el mensaje a la perfección”. Esto es porque cada vez se hace más evidente que “las madres trabajadoras tienen una vida miserable: deben hacer malabares para cuidar a los niños, realizar las tareas del hogar y, encima, trabajar fuera de casa. Esto sí que hace que nos sintamos oprimidas”.
Priorizar la maternidad sobre la carrera profesional también es la clave para tener un matrimonio feliz y duradero. “Muchas amigas que retrasaron la maternidad por haberse centrado más en su trabajo acabaron quedándose sin marido y sin hijos”. Su recomendación es que, como muy tarde, se tenga el primer hijo a los 22 años. En su caso, Ragg lamenta que no fue madre hasta los 30, lo que le ha impedido tener cinco o seis hijos como le hubiese gustado.
4. Educación elitista: sólo para relacionarse con la clase alta
“Como profesora, doy mucha importancia al aprendizaje de mi hija. De hecho, espero que pueda realizar sus estudios superiores en la Universidad de Oxford”. Sin embargo, no entiende la educación como una plataforma de lanzamiento a una estelar carrera profesional, sino que cree que Oxford es el lugar ideal para que su hija encuentre un buen marido. Es decir, “alguien con aspiraciones y preparación para ganar mucho dinero, lo que permitirá a Matilda ser madre y ama de casa”.
5. Hacer una lista de los mejores pretendientes, según su dinero
La verdadera opresión de la mujer es ser ama de casa y trabajadora al mismo tiempoLa obsesión de esta coach por que su hija sea el vivo reflejo de su modelo vital la ha llevado incluso a elaborar una lista de sus mejores pretendientes. En el peculiar ranking aparecen los hijos de las familias más ricas de la generación de Matilda. Una especie de guía, dice, “para saber en qué círculos introducirla cuando sea mayor”.
6. Normas de urbanidad: los idiomas son secundarios
El dinero y el esfuerzo que Ragg emplea en la educación de su hija no sólo está enfocado “a que aprenda chino mandarino”, apunta despectivamente, sino porque “quiero que de mayor sea una mujer amable, generosa, atenta y bien hablada. Quiero que ella sepa trasmitir su creatividad, conocimientos e inteligencia a sus hijos, y que no desperdicie su valía en una carrera profesional. En definitiva, apunta, “no quiero que sufra el mismo destino de mi generación, hacer malabares entre la familia y el trabajo para acabar como una pobre infeliz”.
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Las operadoras se enfrentan a 300.000 millones en pérdidas si no espabilan


Las operadoras se enfrentan a 300.000 millones en pérdidas si no espabilan


AA
Antes o después tenía que pasar, y lo hizo ayer. Jan Koum, creador de WhatsApp, aprovechó su visita a Barcelona para dejarse querer por la prensa, ahora que le pone nombre, tranquilizar a sus parroquianos en torno a Zuckerberg y, de paso, soltar la bomba más temida: el servicio de voz de su aplicación. Y digo temida por las operadoras, claro está, porque para el usuario significa que podrá hablar con cualquier parte del mundo, todo el tiempo que quiera, de forma gratuita (siempre que esté conectado a una red wifi). 
Esto, que en frío parece una tontería, lo cambia todo. Porque las conversaciones de WhatsApp no se transmitirán a través de las antenas telefónicas, sino de internet, gracias al popular protocolo VoIP. Un tecnicismo a fin de cuentas que, según un reciente informe de la consultora Ovum, le va a costar al sector 386.000 millones de dólares (más de 280.000 millones de euros) en pérdidas hasta 2018. 
No todo el gasto generado en voz se desplazará a los datos, sino que buena parte quedará en el limbo del ADSL doméstico¿Qué de dónde sale esa cifra? En líneas generales, del cambio de facturación. Fíjese que en telefonía móvil pagamos cuantitativamente (número de minutos, de megas) y en la fija cualitativamente (velocidad de la conexión). Y esta es la clave: no todo el gasto generado en voz se desplazará a los datos, sino que buena parte quedará en el limbo del ADSL doméstico. Este desfase, un agujero a la sazón, es el que está obligando a las operadoras a convertirse en telecos a marchas forzadas. Porque esta primavera, cuando WhatsApp ponga voz a sus 450 millones de usuarios, los telefónicos van a parecer antiguos. 
Por supuesto que WhatsApp no es el primer servicio VoIP; Viber, Line o Skype lo tienen desde hace tiempo. Su llegada coincide con la proliferación de los planes de datos para el móvil, allá por 2007, y han tenido incidencia en los balances. Centrémonos en el caso español, que es especialmente dramático. El siguiente cuadro muestra la relación de ingresos anuales de lastelecos separando la voz (azul) de los datos (rojo).
No hace falta ser un lince para ver que esas trayectorias se cruzarán antes de 2016 (en 2013 se estiman en 7.800 millones los ingresos por voz y 3.500 por datos). Y ahora súmenle el efecto de una aplicación, instalada en el 85% de los móviles españoles y causante de la debacle del SMS, que suple el servicio de voz por casi nada. La gran duda es, ¿podrán solo los ingresos por datos sostener las estructuras de las grandes operadoras? Seguramente no, y menos si el proceso se acelera. Que la voz siga generando el 70% de los ingresos del sector (informe del 3Q 2013 de la CMT) en comunicaciones móviles evidencia que aún quedan más operadoras que telecos por aquí.
La gran duda es, ¿podrán solo los ingresos por datos sostener las estructuras de las grandes operadoras?De modo que hay que espabilar, cerrar la transición y olvidar los complejos adquiridos.  Y es que actualmente el 36% de los usuarios móviles a nivel comunitario sufren bloqueos o ralentizaciones de los servicios VoIP por causa de unos actores capaces de frenar la rueda de la innovación con tal de proteger sus ingresos. Un viejo problema con el que, por cierto, Europa ya se ha puesto seria. A este respecto el informe de Ovum se muestra rotundo: "Bloquear los servicios, establecer alianzas defensivas o lanzar aplicaciones rivales como Joyn no va a solucionar el problema de los servicios VoIP over the top. En su lugar, animamos a las telecos a acabar con los precios arbitrarios que hacen de los servicios VoIP una opción atractiva".
Como está sucediendo con el papel y la televisión, la telefonía se extingue. Formatos que desaparecen para que todo siga igual. Seguiremos leyendo los papeles, pero en la tabletseguiremos viendo series, pero en el portátil; seguiremos, eso espero, queriendo hablar con los que están lejos, pero lo haremos con el smartphone, que de aquella dejará de llamarse "teléfono móvil".

miércoles, 26 de febrero de 2014

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LA "POBREZA ENERGÉTICA" YA PROVOCA MÁS MUERTES QUE LOS ACCIDENTES DE TRÁFICO

LA "POBREZA ENERGÉTICA" YA PROVOCA MÁS MUERTES QUE LOS ACCIDENTES DE TRÁFICO
En el Estado español mueren 2.300 personas al año por no poder poner la calefacción
Lunes, 24 de febrero de 2014 


El aumento de los precios de la energía y la caída de los ingresos de las familias provocada por la crisis han disparado el número de personas en pobreza energética en el Estado español. De los 2,7 millones de ciudadanos que se encontraban en esta situación en 2008 se ha pasado a un total de 4,2 millones en 2012, lo que supone un incremento del 55%.
Estos son los datos aportados por el portal 'Kelisto.es', que extrae estas cifras tras contrastar los datos de Eurostat sobre porcentaje de población que no puede mantener la casa a temperatura adecuada con los datos del censo de población del Instituto Nacional de Estadística (INE).
El informe indica, a partir de cifras del Observatorio de la sostenibilidad en España de 2012, que este tipo de pobreza provoca más de 2.300 muertes al año, más que los accidentes de tráfico, y considera que en la actualidad no existe una protección adecuada frente a cortes de suministro.
"Entre 2008 y 2012 el número de personas en pobreza energética ha crecido de forma alarmante. A los 4,2 millones de españoles que sufrían este problema en 2012, el 9% de la población, se unen aquellas familias que, tras las últimas subidas de los precios de la energía, unido a la crisis, afrontan una situación en la que tienen que elegir entre comer y calentar su vivienda", afirma el responsable de Energía de 'Kelisto.es', Hernán Martínez.
En España, este problema afecta al 9,1% de la población, mientras en países más fríos como Reino Unido la tasa se sitúa en el 8,1%, frente al 6% de Francia o el 4,7% de Alemania. Solo Portugal (27%), Grecia (26,1%) e Italia (21,2%) superan las tasas de España, al margen de los países de Europa del Este.
En España -señala - no existe una definición oficial de lo que significa estar en pobreza energética, lo que contrasta con lo que ocurre en Reino Unido, donde se considera que los hogares en pobreza energética son aquellos que necesitan gastar más de un 10% de sus ingresos para calentar la vivienda.
Junto a esto, recuerda que más de la mitad de los Estados miembros de la Unión protegen a los consumidores de los cortes de suministro durante los meses más fríos y cuentan con tarifas reducidas para colectivos en riesgo. En algunos casos, como en el de Suecia, el sistema de protección social se hace cargo de las facturas impagadas.
De Agencias

martes, 25 de febrero de 2014

No día de hoxe falamos de Mary Wollstonecraft.

Nada en Spitalfields, Inglaterra, no ano1759. Falece na cidade de Londres no ano 1797.

Mary é quen de establecerse como escritora independente.
Sostén que as mulleres non son por natureza inferiores, senón que non reciben a mesma educación que os homes.
Defende unha orde social artellada sobre as bases da razón.
As súas teses son defendidas polo feminismo moderno na actualidade.

Eulalia Simal emprega os termos “destemida, racional e vehemente” para definir á autora e achéganos o seguinte fragmento.

“Un desexo salvaxe flúe do meu corazón a miña cabeza e non o reprimirei, aínda que poida excitar gargalladas.
Desexo honestamente ver como a distinción dos sexos confúndese na sociedade, menos
nos casos nos que o amor anime á conduta.
Porque estou completamente convencida de que esta distinción é o fundamento da debilidade de carácter atribuída a muller; é a causa pola que se lle nega o entendemento, mentres se adquire dotes con coidadoso esmero; é a mesma causa que fai que prefira o elegante ás virtudes cívicas”

“Vindicación dos dereitos das mulleres”, ano 1792.
Mary Wollstonecraft.

A Casa-Museo agradece a colaboración de Eulalia Simal nesta publicación.

M.G.P.
No día de hoxe falamos de Mary Wollstonecraft.

Nada en Spitalfields, Inglaterra, no ano1759. Falece na cidade de Londres no ano 1797.

Mary é quen de establecerse como escritora independente.
Sostén que as mulleres non son por natureza inferiores, senón que non reciben a mesma educación que os homes.
Defende unha orde social artellada sobre as bases da razón.
As súas teses son defendidas polo feminismo moderno na actualidade.

Eulalia Simal emprega os termos “destemida, racional e vehemente” para definir á autora e achéganos o seguinte fragmento. 

“Un desexo salvaxe flúe do meu corazón a miña cabeza e non o reprimirei, aínda que poida excitar gargalladas. 
Desexo honestamente ver como a distinción dos sexos confúndese na sociedade, menos
nos casos nos que o amor anime á conduta.
Porque estou completamente convencida de que esta distinción é o fundamento da debilidade de carácter atribuída a muller; é a causa pola que se lle nega o entendemento, mentres se adquire dotes con coidadoso esmero; é a mesma causa que fai que prefira o elegante ás virtudes cívicas”

“Vindicación dos dereitos das mulleres”, ano 1792.
 Mary Wollstonecraft.

A Casa-Museo agradece a colaboración de Eulalia Simal nesta publicación.

M.G.P.

Ella es.

Marga Canalejo     Ella es, ante todo y sobre todo una profesional, y sabe....que los globos son, sólo eso, Globos. Blufh$$$$ que, o bien ...

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