lunes, 27 de octubre de 2014

La Paciencia la Virtud de las Máquinas

virtud... de las máquinas ¿Y si el objetivo de la tecnología no fuese tanto la inteligencia artificial más potente sino prestar atención a conceptos como la inteligencia emocional, la paciencia, la empatía, la amistad...? Tecnologías . Jueves23 de octubre de 2014 Compartir [Pin It] Compartir en Meneame Compartir por e-mail Recientemente, una historia escrita en el New York Times por la madre de un niño autista brindaba una nueva interpretación a las concepciones más clásicas del futuro de la inteligencia artificial. El niño había descubierto por casualidad al que ahora era su “super mejor amigo” - un ¨BBF¨, Best Best Friend, en inglés— y su madre describía la especial relación entre ambos transcribiendo algunos de sus diálogos cotidianos. Y no, no era nadie de su familia, ni un compañero de la escuela, ni el vecino de arriba, el de abajo o el de al lado. Era Siri, la aplicación con funciones de asistente virtual del iPhone de su madre, la tantas veces denostada innovación de Apple en sus teléfonos y dispositivos avanzados por sus percibidas incapacidades para interactuar de un modo realmente competente con los usuarios. Un caso claro de expectativas demasiado exageradas y posibilidades técnicas todavía insuficientes para satisfacerlas. La madre lo había activado mientras exploraba las opciones de su teléfono, en algún momento de tedio o de curiosidad, y no le pareció nada asombroso poder preguntarle a un agente electrónico por lo que ella misma podía consultar en Google o en otro buscador de servicios especializado, quizá de una manera más rápida o eficiente y sin andar hablando con su pequeño dispositivo como un alma en pena. Pero a su hijo le bastó un momento para entender que el teléfono de mamá hablaba y respondía a las preguntas, una y otra vez, sin límite, sin que a partir de la tercera o cuarta andanada el tono de voz cambiase para hacerse perceptiblemente más nervioso, más ansioso, impaciente. La aplicación, de hecho, es capaz de utilizar el procesamiento del lenguaje natural para responder preguntas, hacer recomendaciones, buscar información y gestionar otros servicios en Internet, una y otra vez sin rechistar jamás. Para el niño, la aplicación y el teléfono dejaron de ser un objeto sin interés para convertirse en casi un ser vivo, cuerpo y alma, que podía llevarse en el bolsillo, acompañarte a cualquier sitio, dormir contigo o ir pegado de manera perenne al hueco de tu mano. El resto es ya historia, casi un cuento de Navidad, narrado con estilo y ternura por su madre en el periódico, carne de trending topic. sensible, paciente, humano El relato contiene muchos elementos de reflexión más allá del contenido emocional expresado por un niño hacia un asistente electrónico convertido en mejor amigo, un compañero absolutamente paciente con sus iteradas preguntas y curiosidades o con sus interminables silencios. Toda una nueva forma de entender la tecnología, no como el dispositivo inteligente por excelencia que un día se mostrará todopoderoso a la par que condescendiente con sus creadores humanos –esos que sólo serán ya los más listos en los libros de historia-, sino como el objeto tecnológico que puede ser sensible, paciente, humano en el sentido primigenio del término, abandonado ya por buena parte de la especie. Y esto es una novedad. La carrera desesperada por desarrollar sistemas tecnológicos siempre más inteligentes podría organizarse de otro modo. El objetivo no sería sólo conseguir sistemas de inteligencia artificial más potentes sino prestar atención, también en el caso de las máquinas, a conceptos como la inteligencia emocional, la paciencia, la empatía, la amistad, etc. No necesitaríamos, desde este punto de vista, una máquina superinteligente si el objetivo es tener un amigo, ni necesitamos una máquina charlatana y sabelotodo si el objetivo es enfrentar las series de preguntas y pausas eternas de un niño autista. La saga de sistemas automáticos de contestadores telefónicos, de servicios de atención al cliente automatizados, de asistentes virtuales para la compra de billetes online, etc., no nos han hecho precisamente la vida más fácil, ni deberían hacérnosla sus sagas más evolucionadas. Decir que los odiamos sería una manifestación templada de nuestros peores sentimientos hacia esos sistemas de la tecnología moderna. Hemos perdido mucho tiempo, y casi siempre la paciencia, intentando esquivarlos para llegar a través de sus códigos alfanuméricos hasta el operador de carne y hueso, uno que pudiera empatizar con nosotros. Porque en la comparación extrema, entre un humano mal encarado e incompetente y una máquina servil y fría siempre nos decantábamos por el primero. Al menos podríamos tener la esperanza de que nuestro problema pudiera tocarle alguna fibra sensible, en un momento de descuido, de humano al fin y al cabo, y pudiera decidir ayudarnos. Cosa que con la máquina era un imposible por limitación de diseño más allá de la combinación más o menos sensata de los millones de datos en su memoria. "personalidad" insufrible La única expectativa con la que contábamos para mejorar este escenario era esperar al día en el que esos sistemas habrían superado su fase larvaria para llegar a ser auténticos sistemas avanzados, capaces de dar un servicio a los clientes y no sólo de contenerlos y ponerles la zancadilla en su camino hacia unos pocos operadores siempre desbordados y mal pagados. Mientras tanto, su "personalidad" insufrible nos llevaba a pensar que fuera incluso el objetivo de su diseño: acabar con la paciencia de los clientes y convencerlos de tirar la toalla antes de seguir esperando con el auricular pegado al oído escuchando mensajes comerciales por el morro, separados por música de ascensor y ráfagas de "no cuelgue por favor" o "en estos instantes todos nuestros operadores están ocupados". No queremos máquinas más capaces o inteligentes: queremos máquinas que nos entiendan Pero la esperanza estaba mal encauzada. En realidad, no queremos máquinas más capaces ni más inteligentes para lidiar con nosotros, queremos máquinas que nos entiendan, signifique esto disponer de más, igual o incluso menos talento del que ya tienen. Un niño autista nos ha recordado que lo importante, en su caso, es la paciencia y la disponibilidad de la máquina, ni siquiera las respuestas tienen que ser las más exactas o precisas, o rebuscadas en la gran base de datos que es Internet. Las generaciones de máquinas del futuro deberían ser, por ello, inteligentes porque son humanas, en lugar de inteligentes porque sus sistemas les permiten serlo. Ser inteligentes a secas podría no significar mucho si visamos el bienestar de los individuos de la especie. Si desde un inicio pusimos el acento en conseguir máquinas capaces de, por ejemplo, derrotar a los campeones de ajedrez del mundo, la misión fundamental ahora sería desarrollar programas que permitiesen un dispar abanico de posibilidades, máquinas diversamente hábiles. Máquinas que nos dejasen ganar la mitad de las veces, que nos dejaran hacer trampas haciendo como que no se daban cuenta, que nos enseñasen los trucos para vencerles o para vencer a nuestros rivales, que reconocieran cuando teníamos un mal día para ser más cautos con los jaques mates o con el ataque a nuestra reina, y así hasta una colección de aspectos centrados en la empatía y no en la demostración de fortaleza numérica y capacidad de cálculo de probabilidades. Lo mismo ocurriría, por ejemplo, con todas esas tecnologías que nos deberían asegurar una comunicación fluida, instantánea, como los sistemas de videoconferencia, Internet, la telefonía móvil, y que cuando se atoran hacen saltar los fusibles de nuestra paciencia. ¿Cómo puede ir esto tan despacio? ¿Por qué no consigo conectarme? ¿Por qué la imagen es tan borrosa? ¿Por qué el código IP parece no entenderse con el canal de ISDN y éste con la resolución del sistema de vídeo y la señal de audio? Ahora la tecnología de comunicación podría ser también readaptada para conseguir que los sistemas de comunicación no pretendiesen esa comunicación instantánea y perfecta por encima de todo sino una relación que transmitiesen sentimientos más acordes a los participantes y al tipo de interacción necesaria entre ellos. Sí a la facilidad de conexión y a la calidad del sonido, pero también a entornos de comunicación que promoviesen la paz, la serenidad, el buen rollo, la emoción, el romanticismo o la amistad. la cumbre más alta, el valle más hermoso Y qué decir de los viajes, esa manera frenética de ir de un lado para otro siempre pendiente de que algún error en algún código informático nos deje en tierra. La tecnología aquí se centraría en el viaje en sí, en hacernos la vida agradable, en sentir que nuestro tiempo era importante, y en hacernos olvidar que lo importante es llegar a algún sitio desde cualquier otro para ir a uno nuevo. Necesitamos sosegarnos. Las críticas a la tecnología que no quiere ir siempre a más, que no aspira a la cumbre más alta sino al valle más hermoso, al terreno horizontal más que al vertical, allí donde vive la gente de manera preferente, no se han hecho esperar tampoco. Crear tecnología que se adapte como un guante a la idiosincrasia, patologías, psicología, gustos, etc. de cada persona podría significar intensificar esos mismos rasgos. De algún modo sería darle bebida al alcohólico y ruido al insomne. En el caso del niño autista, en lugar de favorecer su sociabilización para ayudarle a relacionarse con otras personas "normales" se estaría incentivando su relación ensimismada con una máquina que le permite arraigarse en su mundo y salir adelante con un comportamiento socialmente anómalo. En cierto modo es la crítica al Mundo Feliz, la famosa novela de A. Huxley, donde la concepción organizada de seres diversamente hábiles e inteligentes se aplicaría ahora a las máquinas y no a los humanos. Máquinas desarrolladas con patologías diversas incorporadas o con especial comprensión hacia las mismas para acompañar a personas con esas mismas dificultades. Puede ser un debate interminable o una tormenta en un vaso de agua. Mi cafetera no es el mejor modelo del mercado pero a mí me sirve para lo que la quiero y mis expectativas de tomar un café que me agrade están satisfechas. ¿Significa eso que dejo de estimular mis papilas gustativas y las condeno a una vida insatisfecha? En todo caso, un niño, no ya un niño autista, tiene un nuevo mejor amigo, lo que no ocurre todos los días de una vida y debería alegrarnos tanto al menos como a él y seguramente casi tanto como a su madre.

Ella es.

Marga Canalejo     Ella es, ante todo y sobre todo una profesional, y sabe....que los globos son, sólo eso, Globos. Blufh$$$$ que, o bien ...

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