viernes, 27 de febrero de 2015

ROSARIO ANZOLA |  EL UNIVERSAL
jueves 26 de febrero de 2015  12:00 AM
Como maestra, como profesora, como mamá, como escritora, desde siempre me he planteado cuál es la mejor manera de acercar al niño a la literatura. Y con el paso de los años mi conclusión es: leer, leerles, enseñarles a leer para que lean... desde el corazón. Ésta ha sido, y es, mi prédica por muchos años, por eso quiero compartir con los lectores algunos hallazgos del espíritu de la letra.

En los cursos que he dictado, para padres y maestros, encuentro barreras culturales que desvirtúan la esencia de la literatura como experiencia vital, gozosa y gratificante, contraria a la penitencia y la obligación en que, muy a menudo, la convierten los adultos modeladores. Y no es ni "culpa" ni responsabilidad de estos adultos que, simplemente, se conducen de acuerdo a su experiencia lectora, a la formación (o deformación) que tuvieron en la escuela o en el hogar. Por eso quiero presentar a los lectores una reflexión que contribuya a reubicar el abordaje de la lectura.

Con el paso del tiempo perdemos las conexiones que nos permiten, como cuando éramos niños, apreciar, interpretar y expresar lo que sentimos. Vista, tacto, gusto, olfato y oído se van esclerosando y encasillándose en los convencionalismos. Sin la sensorialidad ejercida y vivida no es posible conectar con los sentimientos.

"Stress"

La evolución de las sociedades ha ido dejando a un lado la admisión y la expresión de palabras como temor, alegría, tristeza, angustia, gozo, sustituyéndolas por una especie de sordomudez emocional reducida a la palabra "stress". Hubo épocas en donde el niño se formaba por transmisión dinámica de vivencias y valo-res; de esta forma crecía en un aprendizaje asimilado al hogar, al medio, a los otros seres vivos. Aprendía a reconocer, ordenar y manejar sus emociones y comprender las de los demás. La empatía era obligante para convivir y sobrevivir. No obstante, poco a poco, la modernidad abandonó los repertorios emocionales para entronizar académicamente la supremacía de la racionalidad. Mientras más atrás buscamos en el tiempo, encontramos la paradoja de que el ser humano era capaz de vivir en concordancia con la naturaleza y el cosmos, habilidades extraviadas en la medida del avance de "la civilización".

¿Y qué es lo primero a explorar para salir de este extravío? La respuesta se encuentra en el germen del pensamiento y la palabra: los sentimientos y las emociones. Debemos darnos tiempo y permiso para revisar, analizar y ubicar nuestros sentimientos y emociones, solo así podremos apreciar los matices y la intensidad de la existencia y solo así podremos comprender los sentimientos de los demás.

Los poetas, los artistas y los niños son capaces de mantener esta concordancia y deambular a plenitud por el universo de las emociones y la sensibilidad. La literatura asumida sensitiva y sensorialmente, nos conduce a estas conexiones que potencian la experiencia lectora... desde el corazón. Esa es la vía para transmitir a hijos o alumnos las claves, los secretos, los pasadizos y las infinitas dimensiones que la palabra encierra.

Vía primordial

Los sentimientos son una vía primordial de conocimiento y son complementarios a la racionalidad. Este postulado es el eje de recientes movimientos pedagógicos basados en la existencia de la inteligencia múltiple, en la que destaca la inteligencia emocional. En ella se establecen conexiones entre los sentimientos, el carácter y los instintos morales, de los cuales depende la aptitud y el talento para vivir. Las escuelas más vanguardistas han incorporado a sus currícula el entrenamiento de las habilidades emocionales y sociales que se enseñan, se modelan y se aprenden... para bien o para mal.

Traigo a colación lo que nos apunta Daniel Goleman en su libro "La inteligencia emocional":

La lógica de la mente emocional es asociativa; toma elementos que simbolizan una realidad, o dispara un recuerdo de la misma, para ser igual a esa realidad. Es por eso que los símiles, las metáforas y las imágenes hablan directamente a la mente emocional, lo mismo que el arte: novelas, películas, poesía, canciones, teatro, ópera. Los grandes maestros espirituales, como Buda y Jesús, llegaron al corazón de sus discípulos hablando el lenguaje de las emociones, enseñando con parábolas, fábulas y relatos. De hecho, el símbolo y el ritual religioso tienen poco sentido desde el punto de vista racional; se expresan en la lengua vernácula del corazón. Esta lógica del corazón -de la mente emocional- está bien descrita por Freud en su concepto de 'proceso primario' de pensamiento; es la lógica de la religión y la poesía, la psicosis y los niños, el sueño y el mito".

Los invito a leer desde el corazón, es una experiencia que se transfiere a todas las manifestaciones del arte. Es un aprendizaje a plenitud.

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Ella es.

Marga Canalejo     Ella es, ante todo y sobre todo una profesional, y sabe....que los globos son, sólo eso, Globos. Blufh$$$$ que, o bien ...

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