Mi mejor amante Cuerpos, Entrevista
Publicamos el diálogo
sobre maternidad y sexualidad que mantuvieron Helen Torres y María
Llopis para el libro ‘Relatos marranos’. Entre otros temas, charlan
sobre el placer y el erotismo durante el embarazo, el parto, la
lactancia y la relación corporal con el bebé.
Traducción de un skype entre María Llopis1 y Helen Torres. María es una artista multimedia que desarrolla una visión alternativa de la identidad sexual y de género a partir de la deconstrucción del sujeto del feminismo, para acercarse al feminismo pro sex o al transfeminismo. Sus vídeos, performances, charlas, talleres y libros se mueven alrededor del orgasmo y la violencia, la sexualidad de las personas mayores, el sexo virtual y la performatividad de género. Actualmente lleva un proyecto alrededor de las maternidades subversivas y los partos orgásmicos. Las notas al pie son comentarios a la conversación de Aida I. de Prada, coeditora de ‘Relatos marranos’.
Helen Torres: Cuéntame sobre tu proyecto de maternidades subversivas.
María Llopis: Estoy a tope con el tema de maternidad y sexualidad2.
Acabo de hacer un taller sobre maternidades subversivas en Olba, un
pueblo de Castellón, y me vinieron todas las madres punkis y hippies
neo-rurales con sus criaturas y sus partos orgásmicos, sus lactancias
orgásmicas, sus embarazos orgásmicos… ¡todo orgásmico! A mí me apetecía
hacer así como en coña una especie de guía para el parto orgásmico (digo
de coña porque es mucho más complejo que seguir unos pasos determinados
para conseguir un objetivo), y, aunque lo hicimos, fue muy diferente a
lo que me había imaginado. Por otro lado, estoy haciendo entrevistas
sobre parto y orgasmo y me están saliendo muchas lactancias orgásmicas.
Yo ahora mismo estoy en período de lactancia y lo estoy disfrutando
muchísimo.
Llopis: “Prefiero hablar de parto extático que
orgásmico. El parto no tiene que llegar al orgasmo para ser una
experiencia sexualmente satisfactoria”
H: A mí lo que me chirría de lo
orgásmico es que no todas tenemos esa experiencia, por mil motivos que
no dependen sólo de nosotras. Mi parto, por ejemplo, estaba
superpreparado, estaba pariendo en casa y por eso sé que es verdad lo
del orgasmo porque lo viví, pero acabé en un hospital y de orgásmico no
tenía nada. Mientras estuve en casa, las primeras contracciones me
sorprendieron porque nunca había tenido dolor de regla y no entendía qué
pasaba, de dónde venía, qué hacer con eso. Entonces empecé a respirar
como había aprendido haciendo kundalini y desaparecí, volé, de repente
estaba en otro lugar donde no había dolor ni ruido. Sabía que había
gente y sonidos, pero yo no estaba allí. Supongo que esa sensación abre
la posibilidad del orgasmo, de que el dolor devenga placer. Por eso, lo
que me resulta frustrante al escuchar hablar del parto orgásmico es que
se viva casi como una obligación.
M: Sí, entiendo, parece que fuera una obligación, como si no fueses suficientemente cool si
cuando pares no te corres. Si lo ves de esta manera, es como que tienes
que ser la Superwoman, y cada vez que follas te tienes que correr, y si
te corres tienes que eyacular. Esto lo hablamos en el taller, y una de
las cosas que hicimos fue cambiarle el nombre: “parto extático” en lugar
de “parto orgásmico”. De hecho, hay muchos partos en los que las
mujeres no llegan a experimentar un orgasmo, pero que durante todo el
proceso están en un estado de éxtasis, de placer, que las mantiene en el
umbral del dolor3.
Sería como echar un polvo de puta madre sin correrte. ¿Ha sido un mal
polvo? ¡En absoluto! Por eso, estoy considerando cambiar el nombre al
libro. El parto no tiene que llegar al orgasmo para ser una experiencia
sexualmente satisfactoria. Quizás está bien quitarnos la presión del
orgasmo, pero no sólo en los partos, también en las relaciones.
H: Lo importante es subrayar que en
el parto, al igual que en una relación sexual, hay placer, y la
percepción del dolor, si se dan las condiciones para que sea un parto
extático, no tiene nada que ver con la percepción del dolor en otro
estado. En ese momento tienes otra sensibilidad, hueles diferente, ves
diferente, con otra intensidad… Por eso para mí lo necesario es definir
el parto como un acto sexual4, más allá (y más acá) del orgasmo.
M: Exacto. Entender que es parte de
tu sexualidad. En mi parto, toda la parte de la dilatación fue
maravillosa, conecté con esa sensualidad, esa sexualidad. Estaba a
cuatro patas como una osa, con el Dani abajo, en la cama, y yo encima
mordiéndole, chupándole, disfrutando, dilatando… Pero luego me contaron
que él iba saliendo para coger aire y refrescarse la cara, porque yo
tenía la calefacción a tope y a él inmovilizado en la cama. Había leído
que es bueno dilatar la mandíbula porque así se abre la vagina, el útero
y el cuello del útero, entonces yo allí venga morderle. En fin, toda
esta parte la gocé muchísimo, aunque no me acuerdo de nada.
Pero hubo un momento, que llaman “Caja de Pandora”,
que es cuando estás completamente dilatada y entras en la fase del
expulsivo. Por lo visto, ese es el momento en que salen los leones, las
fieras, las mariposas o lo que sea que guardas y no sabías que
guardabas. En ese momento, tuve la visión de un hombre, a lo lejos, que
era el Hombre malo. Entonces empecé a decir: “Ha venido el Hombre malo”.
Y Dani me contó que las comadronas, que estaban muy seguras de sí
mismas, se quedaron en plan “¡Uy! ¿Ahora qué hacemos? Esto no estaba en
los manuales…” Suerte que había también una doula súper hippy y
fantástica, que vino y me dijo: “Bueno, ahora vamos a sacar al Hombre
malo”. Y con el Hombre malo vino el dolor, un dolor extremo, alucinante…
El dolor ese de “ya toca la cabecita del niño”, y tú “¡¿pero qué me
estás contando?! ¿qué niño ni que ocho cuartos? ¡Socorro!”. Pero fue el
expulsivo final, no fue muy largo, una o dos horas como mucho, y ya
nació Roc.
Torres: “A partir del (no)parto cambié
completamente mi manera de vivir la sexualidad: me refiero a cómo sentía
mi cuerpo y qué era un orgasmo. Unos tres años después empecé a
eyacular como una fuente”
Ahora estoy entrevistando a muchas mujeres que han
tenido partos extáticos con mucho placer, como me hubiera pasado a mí si
no hubiera venido el Hombre malo, que yo interpreto como el Sr.
Patriarcado. Hay mujeres que han llegado a correrse de placer, pero no
correrse así nomás, ¡es la corrida del siglo! Y eso les ha cambiado la
sexualidad y la vida, fue un antes y un después.
H: Ahora que dices esto, pienso que
yo, a pesar de que no parí, fue a partir del (no)parto que cambié
completamente mi manera de vivir la sexualidad. Y no digo con quién
follaba o con quién no, no hablo de una cuestión identitaria (eso vino
después) sino de cómo sentía mi cuerpo y qué era un orgasmo. Fue unos
tres años después de haber (no)parido que empecé a eyacular como una
fuente. Al principio no sabía ni lo que era, con el tiempo me di cuenta
de que me pasaba en la adolescencia pero, por verguenza, lo había
anulado. Entonces salió lo que podríamos llamar mi lesbianismo oculto,
porque me enrrollaba con tías pero políticamente no me sentía lesbiana,
no lo sentía como una cuestión mía, estaba fuera de mi jurisdicción. En
realidad lo que estaba haciendo era aplacar mi sexualidad, porque no la
vivía como realmente quería. Pero entonces no lo sabía.
M: Qué interesante lo que me estás
diciendo porque esta es una de las cuestiones que surgieron en el taller
y que me parece clave: el hecho de que ser madre, haber pasado por esa
experiencia (ya sea pariendo o no), hace que folles distinto.
H: Es que la relación que tienes con
tu cuerpo, o mejor, la manera en que lo sientes, cambia completamente.
Yo ya sabía hasta en qué polvo me había quedado preñada. A la semana,
todo mi cuerpo había empezado a cambiar. No sólo las tetas, todo… los
fluidos, cómo se movía la sangre… Parto orgásmico no tuve, pero mi
embarazo fue un orgasmo permanente… follaba todos los días… Igual con la
lactancia. El primer año del bebé, yo no quería follar. No podía. Al
principio me frustré, no entendía, nunca me había pasado. Hablaba con
otras madres y me decían: “Bienvenida al club”. Entonces me di cuenta de
que no quería follar porque ya estaba follando… con el bebé. ¡Y era una
relación monógama! Las tetas no me las podía tocar ni dios. Estaba
completamente enamorada. Me quedaba horas extasiada mirándolo. Cuando
ahora veo las fotos de cuando era bebé, no lo reconozco. Yo veía a un
ser que abarcaba todo con su belleza y su fragilidad… Es como si
estuvieras con alguien con quien has follado, porque es otro cuerpo pero
es tu cuerpo5, es una sensación que tampoco puedes entender muy bien.
Una amiga, a los pocos meses de parir, cuando nos
vimos por primera vez después de su parto, nos abrazamos largo y fuerte
hasta que ella me separó, me buscó los ojos detrás de sus lágrimas y me
dijo: “Es devastador”. Durante el primer año, esa compenetración, esas
miradas, ese entenderse, crea momentos en los que si hay padre es un ser
aparte, fuera de esa relación… muchos padres se sienten desplazados,
porque es como que tú pasas de él y el bebé tampoco le necesita a él
como a ti, como a tu cuerpo… pero bueno, yo estaba en mi globo. Y así
estuve durante tres años…
M: Claro, el período de lactancia.
H: Cuando se me pasó empecé a
follarme hasta a las piedras… Y entonces supe que esto es lo que nos
ocultan: que cuando pares tienes una relación sexual con la criatura.
Llopis: “Una costumbre que se ha perdido y es
importante, es la de compartir la lactancia. En mi grupo de madres del
pueblo lo hacemos. Pero, al igual que hay la monogamia en las relaciones
sexuales, hay la monogamia de la teta”
M: Una relación sexual placentera. Una relación sexual con amor infinito6…
H: ¡Infinito, sí!
M: Tú estás enamoradísima, el placer
es máximo, la otra persona está flipando contigo más, ¡es la relación
perfecta! A mí me hizo reflexionar mucho sobre las relaciones románticas
que había tenido en mi vida. Y pienso, ¡cuánto tiempo he perdido con el
amor romántico, con esas relaciones! ¡Cuando era esto! ¡Esta sensación
de plenitud!
H: ¡Ese es el amor!
// ¡pum! un golpe en el teclado //
M: ¡Que se nos va la olla, Helen, que se nos va la olla! ¡Nos va a llamar biomadres! ¡Nos van a colgar todas las etiquetas!
// ¡pum! ¡pum! ¡pum! ahora es un libro sobre el escritorio //
H y M: ¡¡¡¡jajajajaja!!!!
M: Siguiendo con el tema de la
lactancia, hay una costumbre que se ha perdido y que es muy importante, y
es el compartirla. Nosotras lo hacemos con el grupo de madres que nos
hemos juntado en el pueblo. A mí me hicieron una operación cuando Roc
tenía cuatro meses y no tenía acceso al nano, entonces pensé,
¡que le dé la teta otra! Pero, al igual que hay la monogamia en las
relaciones sexuales, hay la monogamia de la teta.
H: Antes había las nodrizas…
M: Pero era diferente. Las señoras
ricas que no querían dar la teta contrataban a las nodrizas, sí. Esto
era trabajo sexual, eran mercenarias del amor y de la leche. La señora
que no quería tener esa relación con su bebé porque era muy virginal y
muy victoriana, contrataba a una puta que le daría cariño, sexo, placer y
leche. Es un tipo de trabajo sexual que ha caído en desuso. Ahora en
vez de contratar a la nodriza, le das un biberón lleno de leche nestlé.
H: // Lo que sigue no lo pongo porque más que marrano es políticamente incorrecto7.
En resumen, conversamos acaloradamente sobre la negación de la
lactancia materna como un acto sexual placentero, como un derecho y no
un deber, como una posibilidad y una elección que no todas pueden o
quieren escoger //
H: Yo creo que esa relación amorosa
tan intensa de la que hablamos es la base para lo que vendrá luego, pero
poder empezar a separarte. Porque no vas a estar toda la vida así, eso
sería un daño para todos. Pero esa conexión inicial, si fue muy fuerte,
no se diluye sino que se transforma. Aprendes a soltar. Y de ahí
deberíamos aprender que ese amor es verdadero porque ya no necesitas
estar con la otra persona: ya estás con ella. Y la posibilidad de
soltarte y soltarle está en esa conexión. Y ahí está también esa
comprensión que sólo tienes con quienes has tenido una relación muy
intensa, y te entiendes más allá y más acá de las palabras. Si hubo esa
conexión tan fuerte, luego no es sólo que tú, como madre, le entiendes,
la otra persona también te entiende, ella también te conoce.
M: Eso no lo había pensado yo…
H: Es que yo lo estoy viviendo ahora…
// snif a dos bandas //
M: Cuidado también con esto que
dices porque entonces pareciera que una mujer que no quiera o no pueda
ser madre no llegaría a saber qué es el amor… Quizás la reflexión aquí
sería que cada quien en su vida encuentra las cosas de una forma u otra,
y que la maternidad puede llevar a esto, como puede que no. Se trata de
no negar ninguna realidad. Es importante respetar las decisiones de las
personas, pero por respetarlas no vamos a negar otras realidades.
H: Exacto. Igual que con el parto
orgásmico, no estamos planteando modelos ni guías de acción, sino
posibilidades, experiencias… No todas las madres tienen que amar a sus
hijos o hijas. Pueden criarles con cariño y no estar perdidamente
enamoradas. Puede que te pase o puede que no, no hay que negar de
ninguna de estas posibilidades. Los modelos siempre son frustrantes.
Siempre dejan algo fuera. ¿Qué pasa si le rechazas, si no soportas esa
criatura berreante, si odias tu tripa gigante, los pasos pesados y los
culos por limpiar? Te machacan como machacan a la que le da el pecho
hasta los 3 años…
M: Pero es que los modelos estándar
de crianza, al menos en la España del Mediterráneo, parten de la
negación de la posibilidad de ese enamoramiento. Estos modelos de
crianza plantean que como tarde al año empiecen la guardería. Y la
escolarización, cuanto más pronto mejor. Como si se tratara de que,
cuanto antes te quites la criatura de encima, mejor8.
Es un tema muy delicado. Yo creo que todos los problemas de crianza y
maternidad vienen de la relación de pareja estable y monógama que no
funciona en la maternidad. Hay sociedades que tienen otras formas de
relaciones que funcionan mejor con la maternidad.
H: Y es ese modelo relacional de
pareja estable monógama el que necesita negar la sexualidad durante la
maternidad, pero no sólo en ese momento, sino que luego está la negación
de la sexualidad durante la infancia. Fíjate que, cuando te preguntan
cuándo has tenido tu primera experiencia sexual, te están preguntando
por el coito, por un polvo con alguien, ya que antes de eso se supone
que la sexualidad no existe. Pero, ¡si hasta los bebés se hacen pajas! Y
luego está ese explorar de los cuerpos entre la madre y la criatura…
tocarse, mimarse, descubrirse…
De Prada: “Todo el mundo me toca, y me gusta, pero
todas estas interacciones las siento totalmente desexualizadas. No soy
un cuerpo deseable, lo bueno es qué espantados están los babosos de
turno, pero también se hace difícil vincular maternidad y sexualidad
M: Eso causa mucho terror… Tengo una
colega que es terapeuta, hace medicina china, y tiene un crío, y me
contaba sobre estas interacciones sexuales con su hijo en que deja que
él le explore su cuerpo, le toque el coño, en fin… Ella decía que la
gente no hace diferencia entre que yo satisfaga mis deseos sexuales
sobre una criatura pese a ella, sin tenerla en cuenta, y el permitir que
esa criatura explore la sexualidad ayudada por mí. Entre esas dos
posiciones hay un mundo. La diferencia sería la misma que la que hay
entre una relación sexual consentida en la que todas las partes se
tienen en cuenta entre ellas y una satisfacción del propio deseo sexual
pasando por encima de todas las voluntades que no son la mía. Eso se
llama violación.
H: También es importante no perder
nunca de vista el contexto. Es decir, cuando la situación se complica
porque tanto la madre como la criatura viven en una sociedad en la que
ese acompañamiento en el descubrir de la sexualidad es considerado una
aberración. Entonces tienes que parar, o tener cuidado, porque esa
persona a la que acompañas es muy pequeña como para ir por el mundo
diciendo que se quiere follar a su madre y que el mundo no piense que
eso es una perversión imperdonable.
M: Hay una autora muy interesante
sobre crianza que se llama Aletha Solter, que a mí me gusta mucho, que
trata este tema. Ella dice que si estás con tu hijo o hija, y sientes
deseos de abusar sexualmente de él o ella (y digo abusar, que no es de
lo que estábamos hablando), no tienes que tener miedo sino pedir ayuda.
Porque es muy probable que hayas sido abusada de niña. De lo que se
trata es de eliminar el tabú, porque entonces hay el ocultamiento, la
mentira, el silencio que se perpetúa.
Esta autora también dice que, si en medio de una
rabieta, lo que te sale es levantar la mano, no te flageles. Punto 1: no
le pegues; punto 2: pide ayuda. Es probable que a ti te hayan pegado de
pequeña. Imagínate qué diferente sería el mundo si pudieras ir al bar y
decir: “Hoy he tenido el impulso de pegar a mi nene… tengo que currarme
esto”.
Yo creo que el abuso sexual, la violencia sexual en
general están muy extendidos en la infancia, y que sería muy diferente
si, en lugar de ocultarlo, lo sacáramos a la luz9.
H: Por eso es tan importante tu libro, porque se trata de visibilizar experiencias…
M: ¡Ay! qué linda esta especie de
entrevista o como se llame… tenía un día de esos de dentista, comida,
calor… nada glamouroso… ahora ya se me ha cambiado el día…
H: Podríamos ponerle este nombre: “Cómo cambiar un día no glamouroso hablando de tus mejores amantes”.
M: ¡Jajaja! ¡Sí! ¡Mi mejor amante! ¡Ese es el título!
H: ¿Tú crees?
M: No tengo ninguna duda. Venga, me voy a dar la tetita.
H: Adiós, preciosa.
M: Chau10.
—-
Notas al pie de Aida I. de Prada
2Mientras
hacemos este libro, un embrión, que ahora ya se puede llamar feto,
crece en mi útero. Es un embarazo deseado, punto de partida importante, y
por suerte no siento nada de los malestares diagnosticados de antemano,
ni físicos ni anímicos. Al principio esperaba anhelante el anunciado
éxtasis hormonal, como cuando pruebas una droga por primera vez y
esperas ansiosa el subidón, pero el subidón que imaginaba no terminaba
de llegar, porque esto es otra cosa, una cosa muy diferente a lo que
había vivido hasta ahora. No me siento colocada ni eufórica, sino que
tengo una feliz gustera oleosa a modo de cápsula protectora, como en los
videojuegos. Me siento monstruosa, miro y toco mi cuerpo más que nunca,
porque convertirme en un monstruo me produce una sensación grata y
extrema: ahora tengo dos cabezas, dos corazones, 40 uñas y quizás hasta
tenga un micropene. También tengo dos sistemas nerviosos y, no sé si es
por esto, pero todo se potencia. La percepción es diferente.
No quiero vivir el parto como si fuese una
intervención quirúrgica de alto riesgo y estoy preparando el terreno
para evitar que así sea, pero tampoco quiero hacerme ilusiones, pues ya
me han contado que no depende de cómo yo quiera que sea, ni siquiera
aunque ocurra en casa. Y me pregunto, ¿y si no llego ni al placer y me
invade ese desconocido dolor? ¿Puede ese dolor ser también
satisfactorio?
3Por
lo que decís, entiendo que ese peculiar dolor siempre estará presente,
sea extático o no. Sin embargo, lo que cambia en una u otra situación es
la percepción de este. Si la percepción de ese dolor no tiene nada que
ver con la percepción del dolor en otro estado, me imagino que ocurre lo
mismo con el placer… y me pregunto ¿podría ocurrir que sea el cóctel de
dolor y hormonas lo que me lleve a un estado de éxtasis, lo que haga
del parto una experiencia sexual extrema? Lo que me ocurre es que me
quedo mucho tranquila haciendo un pacto con el dolor. Si mi útero está
reprimido por una sociedad patriarcal que me dificulta correrme al
expulsar un cuerpo por mi coño, asumiré esa construcción… y si el placer
no llega ¿podría conseguir que el dolor sea mi aliado y no un castigo
divino? Por ahora, he empezado a comer muchas manzanas.
4En
las visitas al centro de salud de la Seguridad social me tratan como si
estuviese en un estado de alto riesgo, ¡peligro! peligro! Por suerte,
la comadrona que visito paralelamente me lo explica como parte de mi
sexualidad y no como parte de una enfermedad, lo que cambia totalmente
el panorama. Tener presente que lo que va a generar mi cuerpo durante el
parto es lo mismo que podría generar en un polvo lleno de felicidad
(estrógenos) y amor (oxitocina), es muy diferente a pensar que van a
secuestrar mi cuerpo y que mi única salvación serán inyecciones de
hormonas prefabricadas y anestesia inyectada por la médula.
5A
veces siento que “Tengo un pasajero”, como cantaba Parálisis
Permanente. Por otra parte, sé que no es otro cuerpo, es el mío. Por
ahora no quiero pensarme como dos, pues me parece que este planteamiento
además de favorecer las lógicas mal llamadas “provida”, también podría
sostener la desvinculación entre maternidad y sexualidad, porque si no
se entiende que ese cuerpo es o ha sido parte del tuyo, es fácil ver esa
sexualidad como algo perverso… Pero aquí se abre un tema que me queda
grande ¿qué ocurre con las maternidades que no han pasado por un proceso
de embarazo? ¿cómo lo viven las madres que no paren, las madres que no
engendran? Estos argumentos ya no sirven… tiene que haber otros… ¿no?
6Esto
por ahora me queda lejos, lo que sí veo es que ya desde la gestación
hacer el vínculo entre maternidad y sexualidad es una lucha. Todo el
mundo me toca, y me gusta, aunque normalmente se centran en la barriga y
es un poco raro que te hablen mirándote el ombligo. Las sonrisas de las
personas desconocidas, aunque me hacen sentir un poco incubadora, no me
desagradan. Ahora, eso sí, todas estas interacciones las siento
totalmente desexualizadas. No soy un cuerpo deseable, lo bueno es qué
espantados están los babosos de turno, pero también se hace difícil
vincular maternidad y sexualidad. La belleza de lo monstruoso queda
tipificada en esas pegatinas de lo extraño que te dan preferencia de
asiento, en que resulte más fácil encontrar un sujetador para la
lactancia en una ortopedia que en una lencería. Y, además, muy a mi
pesar, tengo un branding marca nacionalcatolismo. Hay muchos más
referentes para pensar la maternidad desde la abnegación, la pureza y el
decoro, que desde la sexualidad y el placer. Suerte de los feminismos
que me sirven para resquebrajar prácticas y discursos hegemónicos.
7Últimamente
me suelo quedar atrapada viendo dar la teta. He observado que, con
frecuencia, las criaturas buscan la otra teta con la manito y que, en
ocasiones, con el dedo pulgar e índice… retuercen el pezón!!! Esta
imagen me remite a otra, y sí, me hace cortocircuitar… porque aunque la
leche de las tetas pueda ser un fetiche sexual, siento que las tetas
dejan de ser algo sensual para convertirse en un dispensador de
alimento, y que de lo contrario, sería algo perverso. Quizás si no
hubiese este tabú, si la articulación entre sexualidad y lactancia fuese
políticamente correcta, no me saltarían chispas al ver a un bebe
pellizcar un pezón, y quizás tampoco me plantearía que me pueda llegar a
dar grima el que una criatura esté enganchada a mi teta. Por otra
parte, pienso que a mí no siempre me gusta que me toquen las tetas…¿y si
me pasa lo mismo cuando dé de mamar? Ya sé que está la oxitocina de por
medio, pero esto de las hormonas no lo acabo de entender…
8Ya
antes de que nazca‐porque en cuanto te quedas embarazada parece que tu
cuerpo se hace público y todo el mundo tiene derecho a opinar y juzgar –
me ha llegado esta advertencia con frases del tipo: “¿Vas a llevar
mochila? Le vas a malcriar, es mejor acostumbrarle a que no esté siempre
contigo” “¿Lactancia sin programación de horas? Le convertirás en un
tirano!” “¿Va a dormir contigo? ¡Uy! ¡Qué consentido1” Leer vuestras
reflexiones me hace pensar que quizás estas reacciones son lastres de
esa forma hegemónica de entender el amor desde la confrontación y la
competición, en lugar desde la complicidad y la cooperación.
9Desde
luego cambiaría todo, y también poder sacarlo a la luz tranquilamente
sin que tengas como respaldo el que te haya ocurrido de pequeña, porque
ni todas las personas que abusan han sido abusadas, ni todas las
abusadas abusan.
10Un
gusto haber leído vuestra conversación, no para no dar vueltas de
tuerca, sino más bien para cambiarlas, para construir nuevos sistemas
con los que fijar tornillos.
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10/03/2015

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