¿Cuál es la música que acompaña la vida de nuestros niños?; por Aquiles Báez
Por Aquiles Báez
| 27 de enero, 2015

Fotografía: Talleres infantiles de cultura popular de la Fundación Bigott
La música para los niños es fundamental.
Diferentes estudios psicológicos coinciden en que los niños que
escuchan música con contenido (como el jazz, la música clásica o la
música folclórica) desarrollan habilidades tanto físicas como
intelectuales que tienen que ver con la creatividad y la imaginación.
Además, los infantes que estudian algún
instrumento musical, desarrollan habilidades matemáticas como la
capacidad de abstracción, y al estar utilizando los dos hemisferios del
cerebro se estimulan la parte creativa y la lógica, pero además se
desarrolla al niño a nivel de motricidad.
La música que desarrolla los sentidos y
la actividad intelectual es muy contundente, más aún en esas edades
tempranas. Me parece fabulosa la manera en la que en muchos de nuestros
pueblos de Venezuela los niños se vinculan con sus raíces. Los vemos
tocando quitiplás, tambores, cuatro, maracas, bandola… y logran dominar
géneros musicales bastante sofisticados.
Pero esta realidad está cambiando: es
triste ver cómo las tradiciones que forman parte de nuestra esencia
están siendo afectadas y nuestros niños están cambiando la música
tradicional infantil, las nanas, los cuentos, los cantos folclóricos y
esa creativa ingenuidad por “el perreo” y otras formas
“extra-ordinarias” que, para más, también son importadas.
Nuestros niños se están viendo afectados
por un entorno cargado de sexualidad y vulgaridad. Es probable que
quien lea este post, donde estoy utilizando estos términos y
calificativos, piense que soy un beato salido del San José de Tarbes o
que soy muy puritano. Pero no: lo que pasa es que estoy hablando del
futuro que nuestros hijos representan y sobre eso hay que hablar, como
decimos en venezolano, claro y raspao. Porque, pensando con el
corazón, me preocupa el futuro de la relación entre los niños
venezolanos, la música y el contenido que están escuchando. Y las
canciones que acompañan muchas de las fiestas infantiles de hoy en día
son aberrantes.
Tengo un hijo pequeño, de año y medio.
Entre muchas otras cosas quiero que crezca con una mejor educación, que
tenga mejores oportunidades que las que yo tuve, que se críe rodeado de
valores éticos en el buen sentido de la palabra, pero la música
“mainstream” actual nos rodea de vacío, mediocridad, vulgaridad y
chabacanería.
Todo lo que escuchamos en edades
tempranas quedan en el inconsciente. Los niños son como esponjas capaces
de absorberlo todo. Y uno puede tratar de educarlos de la mejor manera
posible, pero si en su entorno hay discursos errados y cargados de
antivalores, eso también quedará en sus cabecitas.
Vemos a padres que consideran “una gracia” que sus hijos pequeños hagan el famoso perreo. Vemos que hay escuelas primarias y preescolares donde utilizan música de reguetón para presentarlos en sus bailes (con perreo incluido) de los actos culturales, en los recreos y en las actividades especiales.
Hay progenitores que se enorgullecen
porque sus niños varones frecuentemente ven “videos” con canciones poco
pudorosas que estimulan la sexualidad. Quienes divulgan esta música para
los niños no se dan cuenta de la irresponsabilidad tan grande que están
cometiendo.
El inconsciente es una construcción
colectiva y esta generación que está creciendo es
perjudicada por quienes no se dan cuenta de su influencia en quienes hoy
son adolescentes. Es obvio que temas como la responsabilidad del
embarazo precoz, el sexo en la preadolescencia y la actitud vaga y vacía
de muchos de nuestros jóvenes no se le puede adjudicar a la música con
exacerbado contenido sexual de estos tiempos, pero es sin duda “una mala
influencia”, como diría mi abuela: es una puerta a la sexualidad
temprana, al no-pensamiento.
Siempre ha habido música mediocre e
inapropiada, pero al menos en tiempos pasados no estábamos tan expuestos
como hoy en día y, sin duda alguna, había una mayor conciencia a nivel
de contenido. ¡Todo esto es tan loco que hacen que uno extrañe a Popy!
Hay que tomar en cuenta que todo tiene
su momento y su espacio. Imaginen lo siguiente: que alguien le diera
bebidas alcohólicas a niños de tres años. Es impensable, ¿no? Como les
comentaba, por ser padre voy a muchas fiestas infantiles y en casi todas
hay un punto en común: música inadecuada para niños.
Hace como un mes fui a un cumpleaños de
un amiguito de mi hijo y quedé sorprendido por las letras de las
canciones que estaban sonando. Esos “poemas urbanos” decían
cosas como “Serrucho, serrucho, esta noche te doy con mi serrucho” para
luego exclamar: “¡Clava! ¡Clava! ¡Clava!” y después escuché otra que
decía: “Te voy a dar por el cú…” mientras que la siguiente canción
repetía reiteradas veces: “A ti te va a caer el hacha porque eres una
sexy muchacha”, continuando con “¡Machete afilao!”
Mi paciencia en un momento colapsó. Fui
donde el chico con audífonos que tenia actitud de DJ y se encargaba de
la música. Le pregunté quién decidía cuáles eran las canciones que se
oían en esa fiesta y el muchacho me respondió de muy de mala gana: “La
dueña de la fiesta”, a lo que le respondí muy en criollo algo que me
salió desde muy adentro:
– ¿Tú crees que yo soy pendejo? Eso es lo que tú oyes y no es apropiado para una fiesta de niños.
El chico volteó la mirada: era como si
yo no existiera. Y confieso que me sorprendió ver el vacío en sus ojos,
la actitud tan apática y desafiante, así como la sorpresa ante mi
pregunta. Estas cosas están sucediendo, aunque parezcan salidas de un
cuento de Stephen King, con una cantidad de zombis tratando de controlar
la mente de las personas. Y quizás aquel chico que hacía de DJ es uno
de esos zombis que se ha transformado en autómata y, sencillamente, pone
esa música de manera mecánica, sin pensarlo. Quizás nunca alguien le
había reclamado por poner ese tipo de música. Y eso me dejó
pensando, haciéndome muchas interrogantes que quiero compartir con
ustedes: ¿qué hace una canción con una letra como ésa en una fiesta de
niños entre uno y siete añitos?. ¿Qué significa esto a nivel de
contenido? ¿Cuál es el desarrollo intelectual que pueden dejar letras
como ésas? Si la música tiene que tener un espacio formativo”, ¿dónde
está lo didáctico? ¿Dónde está la música?
Medité un poco antes de molestarme
realmente: creo que ese muchacho es una consecuencia y un ejemplo de
cómo esta música puede afectar a algún individuo. ¿Pero cómo cambiarle
la mentalidad a alguien que lo que ha escuchado son géneros musicales
mediocres y cuyos referentes son música de un solo acorde y el pum-pum
en las frecuencias bajas?
Nos hemos habituado a la contaminación
visual y auditiva, sin tomar en cuenta que esto también afecta a
nuestros niños, sumándole a eso el excesivo volumen que hace que el niño
se acostumbre a altos decibeles. Sin querer ser profeta del desastre,
es probable que cuando estos niños lleguen a ser “adultos
contemporáneos” habrán perdido una buena parte de su audición. Incluso
uno sale con su “pitíco” en el oído y ronco de tener que gritar para
poder hablar, así que los padres también debemos estar perdiendo la
audición y las cuerdas vocales.
Un niño lo que quiere es jugar, no
quedarse sordo. Después de una cierta cantidad de decibeles, el ruido se
considera contaminación sónica y genera varios tipos de penalidades. En
otros países existen regulaciones del volumen cuando puede ser nocivo
para la salud, desde conciertos en vivo, shows musicales en Broadway y
fiestas.
Pero si ese chico encargado de poner la
música no tiene otras referencias, ¿cómo va a entender que esa música es
inapropiada para una celebración llena de niños? Un autómata aturdido
por la mediocridad sónica no puede hacerlo. Y lamentablemente he visto a
muchos de estos muchachos que andan en automático.
Señores, esto es grave.
Salimos a la calle y en cualquier
restaurante exponen en pantallas enormes videos con música a elevados
decibeles y un alto contenido sexual, tanto en lo visual como en lo
auditivo. Lo más irónico es que estos restaurantes se autodenominan como
“Ambiente Familiar”.
Si alguien en sus plenas condiciones y
de manera adulta decide ver pornografía, ésa es una responsabilidad
personal. Pero ir a un restaurante y que lo que se vea en los
televisores sean videos que podrían ser considerados “soft-porn” es algo
terrible para nuestros niños, que empiezan a ver la sexualidad
enmarcada en una realidad deformada y llena de antivalores, en lugar
del hermoso encuentro entre dos personas.
Además, el contenido que relatan las
historias detrás de estos videos son fórmulas patéticas donde esas
“mamitas” aparecen como amantes de unos mafiosos o narcotraficantes,
pero ellas están enamoradas de los cantantes y sus típicos
“chocolaticos” con quienes le “montan cacho” a sus maridos.
Impresionante el mensaje, ¿no les parece? Es lo más parecido a una
cátedra dictada por Calígula o Nerón. Nos vemos sumergidos en una
dictadura visual y auditiva que genera efectos negativos y no nos damos
cuenta de eso. Y acá también hay una gran responsabilidad de las
autoridades locales, porque este tipo de videos definitivamente no son
aptos para todo público.
Vivimos en una realidad compleja. Ser
padres implica muchas cosas y no es fácil: hay que tener tenacidad,
astucia, sacrificio, pero sobre todo es una gran responsabilidad.
Hablando como padre, tengo una gran frustración porque veo un entorno
lleno de “malas influencias”. Y es nuestra obligación como padres, tíos,
abuelos y seres pensantes hacer algo al respecto. Tenemos un argumento
que moralmente es muy contundente: pensar en nuestros hijos, que son
el mayor patrimonio que tenemos. Por supuesto que sé muy bien que esto
sería luchar contra una gran industria que posee muchos tentáculos, pero
cada uno de nosotros puede ayudar a buscar soluciones.
En Venezuela, acá mismo, tenemos música
infantil de muchísima calidad. Apenas por nombrar a algunos de los
muchos artistas y creadores, piensen y busquen la música de Rosario
Anzola, Henry Martínez, Conny Méndez, Edgar Ojeda, Fabby Olano, entre
tantos otros que han dejado un repertorio fabuloso que para muchos es
prácticamente desconocido.
Discos de música infantil como los de Ilan Chester, María Teresa Chacín, Serenata Guayanesa, Las Ninas, o El Chamario,
con poemas de Eugenio Montejo interpretados por con Bartolomé Díaz y
Andrés Barrios, tienen que ver con nuestra identidad y son referentes de
la música infantil hecha en Venezuela.
Hay quienes ponen en sus fiestas
infantiles discos como estos (o al menos con contenido infantil), pero
lamentablemente no son la mayoría. Les pido por sus hijos a quienes son
padres. Y a quienes no lo son por sus sobrinos, primos, ahijados o
simplemente por la esperanza de tener un mejor futuro, que seamos
conscientes y entendamos que hay música que pueda afectar a nuestros
niños.
Los niños son la esperanza: no podemos
sino darles amor y educación. Debe ser una prioridad, una necesidad.
Cada vez que estén en un lugar con niños donde haya música que tenga
contenido inapropiado para ellos, ejerzan su derecho a reclamar a la
persona responsable. Es nuestro deber y es nuestro compromiso con ellos y
con su formación.
Ése puede ser nuestro granito de arena. Tenemos que cuidar el mañana.